Antes de nada, quiero pedir disculpas por no haber actualizado desde hace… Noooo, hombre, que era broma. No pido disculpas por nada. Además, ya sabemos qué es lo que sigue al “pido disculpas por no actualizar muy a menudo, en breve volveremos al ritmo habitual” (nótese el “volveremos” en plural, como para dar la impresión de que estamos ante una empresa seria y no un blog cutre). Estoy superocupado, leñe, no tengo que pedir disculpas. Y aunque no lo estuviera. En cualquier caso, para hoy tenía pensado algo ligerito, pero debí prever que una entrada centrada en dos de mis personajes favoritos del mundo de los dibujos animados no iba a salirme corta ni de coña. Así que aquí estamos, listos para un apasionante recorrido por la carrera de el gato y el ratón más famosos de los dibujos animados: Tom y Jerry.
Mis días de renacuajo adicto a la tele tuvieron siempre a Tom y Jerry ocupando un lugar privilegiado de mis horas en el sillón, e incluso tenía grabado en vídeo un programa especial del 50 aniversario presentado por John Goodman (en serio, mataría por recuperar ese especial, sobre todo porque cuando quedaban dos minutos se acababa la cinta, en un momento de absoluta tensión con John Goodman aterrado ante dos misteriosas siluetas tras el cristal de la puerta). Desde entonces, mi amor por los cortos de esta pareja de amigos/enemigos no ha sido sino en aumento, aprendiendo a apreciarlos como se merece, es decir, como las joyas de la animación que son. He puesto de título a la entrada “Setenta años con Tom y Jerry” porque si Disney saca ediciones “50 aniversario” cuando las películas cumplen cuarenta y ocho, yo también puedo hacerlo.
El primer corto de Tom y Jerry apareció en 1940, hace setenta y un años, y durante veintisiete años más Tom y Jerry aparecieron en las pantallas de cine a una media de cinco cortos anuales. Y durante esos casi treinta años, atravesaron varias etapas y bailaron de un estudio animado a otro, aunque el “MGM presenta” al principio no fallase jamás. Hoy vamos a hacer justicia a esta pareja de genios y a su curiosa historia, que explica por qué el aspecto de Tom variaba tanto de aspecto de un corto a otro, por qué algunos de los cortos estaban en cinemascope y por qué otros parecían un mierda de aspecto perturbador. Todo empezó hace mucho, mucho tiempo, cuando los dibujos animados eran una parte imprescindible de la cultura universal…
Los años de Fred Quimby (1939-1958)
La primera etapa de la larga vida de Tom y Jerry no es sólo la más larga: también es la más esplendorosa, la más carismática y la más recordada. También por vosotros, aunque no os deis cuenta. Cuando pensáis en Tom y Jerry no tendéis a imaginaros al gato de cejas gruesas y al ratón con cara de niña de la última etapa, y desde luego no a las burdas figuras que protagonizaron la etapa intermedia. La versión de Tom y Jerry que ha trascendido y permanece en el imaginario, la que se ha reciclado para nuevos cortos y merchandising de todo tipo, es ésta y no otra. Con mucha razón. Todo empezó, como pasa en muchas ocasiones, por casualidad. En 1940 el departamento de animación de la Metro, aún no demasiado popular, encargó a los directores William Hanna y Joseph Barbera un corto como tantos otros que se hacían por aquel entonces, con el originalísimo planteamiento de ¡un gato que persigue un ratón! Aún ni siquiera hablamos de Tom y Jerry, sino de unos tales Jasper y Jinx, pero el corto funcionó suficientemente bien (nominación al óscar incluida) como para que la Metro se interesase por aprovechar el concepto. Fred Quimby, productor de la serie desde ese momento, decidió que mejor que tener a Hanna y a Barbera dirigiendo cortos ajenos a una serie era ponerles un grillete a cada uno y sentarles a dirigir más cortos del gato y el ratón, a partir de entonces llamados Tom y Jerry. Estos nombres fueron idea del propio Fred Quimby; un día una de las secretarias del estudio se trajo con ella a su hija de cinco años, que traía consigo un gatito recién nacido. Quimby oyó a la niña llamar al gato “Tom”, y jugar a que el minino perseguía a un ratón imaginario llamado Jerry. A Quimby le gustó tanto la combinación de ambos nombres que los propuso para los nuevos personajes. Una bonita historia, lástima que me la haya inventado sobre la marcha.
No hizo falta mucho tiempo para confirmar que poner a Tom y a Jerry a protagonizar cortos había sido una buena idea. Tom y Jerry se convirtieron casi instantáneamente en dos de los personajes más famosos de la animación de la época, y raro era el corto de la pareja que no nacía con una nominación al óscar bajo el brazo. El primero en ganar el galardón fue The Yankee Doodle Mouse en 1943, y a éste le siguieron seis cortos más. Puede parecer una cifra pequeña, pero hay que tener en cuenta que Tom y Jerry llegaron a este mundo en la época de mayor apogeo de los personajes animados, y hacerse un hueco tan privilegiado entre monstruos consagrados de la talla de Mickey Mouse, Donald o Bugs Bunny no es cosa sencilla. Y no sólo eso, sino que ningún otro personaje animado cuenta con tantos óscars en su haber. Este éxito se basó en algo tan sencillo como seguir a rajatabla el modelo de corto animado impuesto por Tex Avery. A saber: animación elástica y sin límites, humor visual absurdo, personajes histriónicos, violencia de slapstick, mucha mala hostia y un ritmo endiablado marcado por una sinfónica mezcla de música y efectos sonoros. De hecho, si hay un nombre al que adjudicar el éxito de Tom y Jerry, éste no es ni William Hanna, ni Joseph Barbera, ni Fred Quimby; sino Scott Bradley, el compositor del departamento animado de la MGM y responsable de la música de los cortos de Tex Avery. En pocas palabras, un hombre superdotado para el mickeymousing jazzístico que otorgó a las aventuras de Tom y Jerry un carisma con el que Hanna y Barbera jamás pudieron soñar. Sus temas eran una desmadrada combinación de tonadillas populares norteamericanas y temas originales, un non-stop instrumental que durante los siete minutos que duraba cada corto marcaba el ritmo de la acción (o mejor, narraba la acción) sin por ello dejar de ser tremendamente melódico y capturar el espíritu del swing de los años cuarenta. Durante esa década, la labor de Bradley era el alma indiscutible de los cortos. Con los años cincuenta, los cortos del gato y el ratón suavizaron el ritmo y dejaron de depender tanto de la ambientación musical, y de este modo las composiciones de Bradley fueron perdiendo la garra de antaño. De entre las mejores muestras del talento de Bradley quiero destacar Million Dollar Cat, Tee For Two y, por supuesto, The Cat Concerto, uno de los mayores clásicos de la pareja basado en la segunda Rapsodia Húngara de Liszt y en el que la música, claro está, juega un papel primordial.
Casi veinte años de cortos en el seno de la MGM implican forzosamente cambios graduales. Tom y Jerry cambiaron mucho a lo largo de los ciento catorce cortos que protagonizaron durante su primera era. Como ya habréis podido observar, los Tom y Jerry iniciáticos (cuando se llamaban Jasper y Jinx) están muy alejados de los personajes casi antropomórficos que conocemos. Especialmente Tom es, en estos primeros cortos, todo un gato doméstico, y rara vez se levanta sobre sus patas traseras. Su diseño en estos primeros años está lleno de detalles: el pelo, las marcas en la cara, los bigotes… Jerry, por su parte, ha sufrido menos cambios, aunque la versión inicial es más regordeta y tiene desde luego un aspecto mucho menos espabilado del que mostrará en el futuro.
Por cuestiones prácticas, con los años el diseño de ambos se fue simplificando, o mejor, estilizando, dando lugar a dos personajes visualmente mucho más atractivos y más prácticos para los animadores. La segunda mitad de los cuarenta nos trajo a los Tom y Jerry por excelencia, los que todo el mundo recuerda y a los que las nuevas versiones televisivas de la pareja tratan de imitar. La dinámica de los cortos se perfeccionó en esta época, se volvieron más frenéticos, más violentos y más anárquicos, y así nos llegaron algunas de las mayores obras maestras de la pareja. La personalidad de los dos personajes se fue definiendo corto tras corto, y pronto Tom dejó de ser un incansable perseguidor de ratones para convertirse en un vago de tomo y lomo al que el anteriormente sumiso Jerry tiene que hacer la puñeta si quiere entretenerse huyendo del gato.
La prueba de que los años cuarenta fueron la época de mayor fama y esplendor de Tom y Jerry son sus apariciones estelares fuera de sus propios cortos. Si tuviéramos que destacar una, sólo una, sería el mítico baile que se baila Jerry junto a Gene Kelly en Levando anclas:
Estamos en los años en los que Tom y Jerry vivían con la genial Mammy Two Shoes. Sin duda aquellos eran tiempos mejores, cuando nadie ponía el grito en el cielo si unos dibujos animados sacaban a una negra estereotipada en delantal y pantuflas, hablando con un acento sureño ultrarracista y tarareando canciones de las plantaciones de algodón. Mentiría si dijese que los mejores cortos no eran los que contaban con Mammy. Su presencia traía una ración extra de comedia exagerada y de palos para Tom, normalmente con palos de escoba o cualquier utensilio de cocina que hubiese a mano. Desgraciadamente, dos décadas después, cuando la nueva moral norteamericana se había apoderado de la conciencia colectiva, estos cortos fueron burdamente manipulados para los pases televisivos. Cuenta la leyenda (la leyenda wikipédica) que todos los cortos en los que salía Mammy Two Shoes fueron editados para que en lugar de los faldones de ésta saliesen las piernas de una chica blanca y delgada (lo que debemos entender como “sin raza”, digo yo); pero yo nunca he llegado a ver ninguno. Lo que sí he podido comprobar por mí mismo con gran pesar es que el doblaje latino original de los cortos con Mammy Two Shoes fue sustituido hace pocos años por otro nuevo en el que Mammy ha perdido todo rastro de su genial acento racista de antaño. De igual manera, cualquier escena con alguno de aquellos entrañables chistes en los que una explosión en la cara convertía a los personajes en negros paletos ha sido eliminada. Como muestra, basta con ver el final de éste Mouse Cleaning, en su hilarante versión íntegra (y ultrarracista) y en la odiosa edición usurpada por la censura:
En 1952, Mammy Two Shoes hizo su última aparición. Era una señal de nuevos tiempos para Tom y Jerry, que lentamente avanzaban hacia la que podría denominarse como una segunda subetapa dentro de los años de Fred Quimby. Con la llegada de la televisión, el presupuesto de los cortos animados cinematográficos se fue reduciendo, y esto quedaba patente en pantalla. El aspecto de Tom y Jerry se simplificó aún más, acercándose bastante al estilo limitado que caracterizaría a Hanna-Barbera en años venideros. La animación ya no era tan fluida como antes, y con los nuevos preceptos de la animación de los años cincuenta, el salvaje tempo de los años cuarenta había quedado atrás. Y Tom era directamente azul. Esta época nos trajo también un puñado de personajillos circundantes bastante molestos, como el ratón Nibbles, que daban pie a tramas aburridas en las que Jerry tenía que cuidar de que Tom no se comiera al ¿adorable? guest star de turno. Y por si esto fuera poco, los nuevos dueños de Tom eran un típico matrimonio norteamericano de la era Eisenhower que en carisma no le llegaban a Mammy a la suela de los Two Shoes (jo, jo, jo).
El experimento de empezar a proyectar los cortos en espectacular formato 2.35:1 sólo logró que la serie aguantase hasta 1958. Ese año se estrenó Tot Watchers, tras lo cual los mandamases de MGM decidieron que el dinero que se gastaban en cortos de Tom y Jerry podían usarlo para comprar sillones nuevos de ejecutivo, y dejar que la pasta viniese de reposiciones de cortos antiguos. Y puesto que la única razón por la que el departamento de animación seguía abierta eran Tom y Jerry, ese mismo año los estudios animados de MGM echaron el cierre para siempre.
Los años soviéticos (1960-1962)
1960. Tres años después del último corto de Tom y Jerry la pareja parece muerta y sin posibilidades de resurrección. Tras el cierre de los estudios de animación de la MGM, Hanna y Barbera han abierto su propia productora, independiente de cualquier estudio, y sus primeras creaciones animadas, Huckleberry Hound (ya sabéis, “tenía mucha pluma…”) y Quick Draw McDraw, parecen estar encontrando el apoyo de los espectadores. Por si fuera poco, la pareja de directores ha dado con lo que podría ser un auténtico filón televisivo: el concepto de sitcom tan en boga a finales de los cincuenta, llevado a la animación de la mano de una familia prehistórica llamada Los Picapiedra. En resumidas cuentas, no parecen necesitar a Tom y a Jerry para subsistir, para consternación de una MGM arrepentida de su decisión de matar a Tom y a Jerry. Una vez asumido que nada conseguiría alejar a Hanna y a Barbera de su naciente universo de animación tosca y reciclada para devolverles al seno de los estudios de la Metro, los altos ejecutivos se reunieron en una sesión de brainstorming para decidir quién era la gente más cualificada para hacerse cargo de la crucial tarea de devolver a la vida al gato y al ratón más famosos de América. La respuesta llegó rauda a sus cabezas y les maravilló por su obviedad: un puñado de rusos que no habían visto en su puta vida un solo corto de Tom y Jerry.
El maravilloso absurdo de que unos estudios que simbolizaban el capitalismo desenfrenado y el decadente cine norteamericano encomendasen sus personajes emblema a una desaconsejable compañía soviética en plena guerra fría sólo es superable por el hecho de que allí el que menos no conocía a Tom y a Jerry, y el que más los odiaba por su exaltación sin sentido de la violencia cómica. Tom y Jerry fueron exportados a Checoslovaquia para que renaciesen de la mano de un equipo de animadores comandado por Gene Deitch, que al menos no era un empleado de alguna siderúrgica soviética, sino un veterano animador fogueado en la UPA. La UPA se convirtió en los cincuenta en la alternativa estéticamente experimental a Disney y a Warner con personajes como Mr. Magoo, y dado que el estudio se caracterizaba por el esquematismo en sus diseños, la contención expresiva en la animación, el ritmo pausado y un humor soterrado, Deitch, educado en estos preceptos, no era precisamente la persona más adecuada para producir cortos de dos personajes de naturaleza tan desmesurada como Tom y Jerry. Sin contar con que ahora estábamos al otro lado del telón de acero, donde los dibujos animados son, digamos, enfermizamente crípticos. ¿Qué podía salir de ahí?
La respuesta es un bloque de trece cortos cuanto menos perturbadores, llenos de chocantes recursos visuales y efectos sonoros esquizofrénicos. Cuando eres niño (un niño occidental con el cerebro contaminado por los alienantes estímulos capitalistas que asolan nuestra vida diaria) y ves alguno de estos cortos no sabes exactamente lo que ocurre, pero intuyes que algo no va como debería. Y que da mal rollo. El diseño de Tom y Jerry, a primera vista es el mismo que en la etapa de Fred Quimby. Pero on closer inspection da la impresión de que más que ante los Tom y Jerry de Fred Quimby, estamos ante unas versiones calcadas sobre éstos, de trazo inseguro e irregular y algo siniestro e indescriptible en la mirada. El engaño se hace más patente en movimiento. El gato y el ratón se mueven a trompicones, a veces en desconcertante cámara rápida y haciendo muecas más bien extrañas, en un pobre intento de mostrar que están enfadados, hambrientos o enloquecidos; nada remotamente parecido a la fluida y salvaje animación a las que nos tenía acostumbrados la pareja en sus mejores años. Las imaginativas consecuencias de los maltratos a los que Tom es sometido por Jerry, tan geniales en los cortos de Hanna y Barbera, dan paso aquí al torpe remedo de aquél que apenas ha visto alguna cosilla suelta antes de ponerse a plagiar. Los elementos perturbadores se extienden al entorno que les rodea. Los fondos están dibujados con unas nociones de perspectiva cuanto menos peregrinas, y el aspecto sonoro acaba por convertir el visionado de uno de estos cortos en una pesadilla lynchiana. La música, compuesta de inquietantes sonidos pseudoespaciales, suena distante y enlatada, y los efectos sonoros parecen extraídos del mecanismo de un platillo volante. Incluso los murmullos mascullados por el nuevo dueño de Tom (un gordo que por sus intentos de resultar genuinamente americano apesta a espía soviético desde lejos) suenan extraños. Todo ello contribuye a crear una atmósfera enrarecida y turbadora que podríamos considerar una ingeniosa metáfora de la paranoia anticomunista. Incluso, poniéndonos algo pacatos, la violencia en estos cortos resulta desagradable. El nuevo dueño de Tom es con diferencia el más colérico y cruel de cuantos ha tenido el pobre gato, un auténtico sádico que disfruta explícitamente cuando arremete contra su mascota. Te dan ganas de llamar a la protectora de animales para que lleven a presidio ese gordo maltratador de trazo burdo.
Es lógico que el panorama político internacional de la época tuviese alguna consecuencia en todo este asunto. En este caso, la MGM trató de ocultar al público norteamericano la procedencia comunista de los nuevos cortos, y por ello los nombres de los animadores fueron alterados en los créditos iniciales para resultar genuinamente norteamericanos. Nombres como Larz Bourne, Tod Dockstader y Steven Konichek dan la impresión de que los de la MGM dejaron a los animadores checoslovacos escoger sus propios seudónimos. El productor de estos cortos figura como William L. Snyder, y pese a que todas las referencias apuntan a un hombre norteamericano, sospecho que se trataba de otra tapadera del KGB. El espectador más observador puede encontrar más pistas del origen comunista de los cortos aparte de estos seudónimos de cuestionable procedencia: de todos los cortos de Tom y Jerry, sólo estos trece no tienen por ninguna parte la leyenda “producido en Hollywood, USA” (emblema en tipografía roja, azul y blanca, rodeado de banderas estadounidenses y con el dibujo de una Estatua de la Libertad devorando el planeta Tierra). Y por si fuera poco, uno de estos cortos es muy revelador al respecto de las intenciones subliminales de estos animadores: Mouse In Space nos presenta a Jerry convertido en astronauta, y no precisamente del Voyager. El corto hasta cuenta con la aparición explícita de un cosmonauta ruso, con la estrella comunista en el casco y todo. Está por aclarar cómo suenan exactamente los ininteligibles murmullos del dueño desquiciado de Tom cuando se ponen los cortos marcha atrás.
Gene Deitch se defiende de las más que merecidas críticas hacia sus cortos (son lo peor de lo peor), argumentando que para lo poco que sabían sus animadores de la idiosincrasia del cartoon norteamericano y lo desconocidos que eran para ellos Tom y Jerry la cosa no les había salido tan mal. La MGM no pensó igual, y tras sólo dos años y trece cortos, dio carpetazo a la etapa soviética de Tom y Jerry y el gato y el ratón volvieron a casa, aunque por el cambio de imagen al que fueron sometidos no les iba a reconocer ni su propia madre.
Los años de Chuck Jones (1963-1967)
Si a estas alturas aún necesitáis que explique quién es Chuck Jones, he fracasado como mentor. Pero si no la necesitáis, bien por vosotros. El fin de la etapa soviética de Tom y Jerry coincidió con un momento en el que Chuck Jones, el hombre que había redefinido por completo la animación de la Warner tras la era de Tex Avery (de la que surgieron precisamente Tom y Jerry), había sido echado a puntapiés del estudio de Bugs Bunny y había iniciado su andadura por el mundo de la animación independiente. La decisión de la MGM de encomendar a Jones la producción de nuevos cortos de Tom y Jerry no era tan extravagante como la de los rusos dos años antes, pero también resulta extraña. Basta con observar la línea que había seguido la animación Warner durante los cincuenta bajo la batuta de Jones para entender que lo único más alejado de lo que se suponía que era Tom y Jerry era precisamente la animación soviética. Poco a poco desde mediados de los cuarenta, la influencia de Chuck Jones había apartado paulatinamente a Bugs Bunny y compañía de la línea de comedia desenfrenada a lo Avery para acercarla a un humor más sutil, basado en silencios, miradas y el eterno estoicismo de los personajes ante las desgracias y las hostias. El coyote, a diferencia de Tom, no se pone a berrear como un poseso cuando se le viene una desgracia encima, sino que se limita a mirar a cámara, suspirar y resignarse a su mala suerte; y una gran idea para cazar al correcaminos se refleja en su cara a través de una ligera sonrisa ladeada y quizá algún ARQUEO DE CEJAS.
Pero si bien Bugs, Lucas, Elmer y compañía avanzaron gradualmente hasta este estilo tan distinto del de sus orígenes, Tom y Jerry aterrizaron directamente en él tras años de exilio, sin haber pasado por el proceso de evolución de sus compañeros animados. Así que, una vez más, nos encontramos con unos Tom y Jerry chocantes. Los Tom y Jerry soviéticos surgieron de un burdo intento de imitación de los Tom y Jerry de Fred Quimby, pero Chuck Jones dio su propia visión de los personajes, al igual que ahora tenemos un Batman a lo Alan Moore como luego otro a lo Frank Miller. Chuck Jones quiso reinventar a Tom y Jerry y los adaptó a su estilo de comedia discreta, con resultados desastrosos. No es que sus cortos fuesen una mierda, es sólo que aquellos no eran Tom y Jerry. Tom se convirtió en una versión felina del coyote, con las mismas caras de Grinch y las mismas ideas rebuscadas para cazar a su correcaminos particular, que por cierto, de pronto parece ser el único sentido de su vida. En los buenos tiempos Tom no estaba siempre persiguiendo a Jerry. Tom era un gato más preocupado por hacer el vago que otra cosa, que sólo perseguía a Jerry cuando le molestaba, o para impresionar a la novia gata aquella que tenía, o cuando Mammy le amenazaba con la escoba. Con Chuck Jones al mando, Tom no vive para otra cosa que no sea perseguir a Jerry, cuyo diseño, por cierto, se ha afeminado hasta límites inquietantes. Y si en los cortos de Hanna y Barbera las tramas eran más variadas dentro de su sencillez, en la etapa de Chuck Jones sólo encontramos a Tom urdiendo diferentes planes para cazar a Jerry una y otra vez. El coyote y el correcaminos, vaya.
Visualmente, esta etapa en la vida de Tom y Jerry es tan minimalista como todo en la carrera de Jones: fondos planos, diseños de trazo limpio y animación discreta. Tom ahora tiene unas cejas tipo Scorsese y unas mejillas peludas como las de Silvestre; y Jerry, como ya he dicho, tiene ahora cara de niña, lo que da pie a los aburridos internautas a prolongar su debate sin fin sobre el sexo del ratón hasta que Terry Gilliam estrene su Quijote. El nuevo Jerry con aspecto de Alexis Bledel ha perdido toda la mala hostia que le caracterizaba en el pasado, y se limita a ser el ratón más cursi e indefenso del mundo salvo en contadas excepciones, mientras que el nuevo y hierático Tom pierde gran parte de su atractivo de perdedor pese a que sigue llevándose todos los palos. Ah, y como detalle curioso, después de Mammy, la pareja de yuppies y el espía soviético con sobrepeso y problemas de temperamento, es la primera vez que ni se insinúa la presencia del dueño de turno de Tom.
Treinta y cuatro fueron los cortos de Tom y Jerry producidos por Jones, casi el triple que los rusos, pero aún a kilómetros de los más de cien de Quimby y Hanna y Barbera. De todos ellos, alguno es bastante divertido (me gusta especialmente Jerry, Jerry, Quite Contrary), pero en general el nivel es bajo, especialmente para los puristas malencarados como yo. El último corto de esta tanda, Purr-Chance To Dream (¿por qué tenían que hacer forzosamente juegos de palabras gatunos con TODOS los títulos de esta etapa?) pone, en 1967, fin al largo recorrido de Tom y Jerry por el mundo del corto cinematográfico. En lo que a mí respecta, Tom y Jerry murieron aquí, pues ya nunca volverían a su medio natural. A partir de aquí, resucitarían una y otra vez, pero ya siempre (o casi siempre) en series para la tele.
Apéndice: morralla televisiva (1975-a saber)
Mucho había durado la producción de cortos de Tom y Jerry teniendo en cuenta que el formato había perdido popularidad en los años cincuenta y llevaba más que muerto desde finales de la misma década. Hasta 1967 Tom y Jerry siguieron apareciendo en las pantallas de cine; pero una vez cerrada la etapa de Chuck Jones, resucitarlos de nuevo para la pantalla grande era más bien absurdo, sobre todo cuando sus cortos antiguos ya habían empezado a emitirse por la tele, el nuevo hábitat por excelencia de los dibujos animados. De esta forma, el gato y el ratón permanecieron en un letargo que se extendió durante casi diez años durante lo único que se pudo ver de ambos fueron reposiciones por la tele (las versiones censuradas, sí). Y entonces, algún avispado dijo “¿y por qué no producir cortos de Tom y Jerry para la tele?”. Dicho y hecho.
Desde que Hanna y Barbera dejaron de dirigir cortos de Tom y Jerry había pasado muchísimo tiempo, y en esos más de quince años se habían convertido en los reyes de la animación de baratillo. En su estilo quedaba poco o nada que recordase a sus cuidados cortos de la época de Fred Quimby; y se limitaban a sacar como churros y por cuatro perras secuelas y spin offs de Los Picapiedra, Los autos locos y Scooby Doo, y hasta algún que otro autoplagio (Josie y la melódicas). No obstante, Tom y Jerry volvieron a sus envilecidas manos en 1975 para resurgir en forma de sucedáneo televisivo. Viendo la intro de The Tom And Jerry Show nadie podría atreverse a decir que no estamos ante una producción Hanna-Barbera:
No falta ni el fondo repetido en bucle. El resultado es previsible: animación de tercera, supresión de la violencia desenfrenada de los buenos tiempos y un rollito de “somos amigos y vivimos aventuras juntos” realmente pernicioso para los críos. La única sorpresa, y no necesariamente positiva, es la pajarita roja que ahora lleva Jerry. Después de tantos años, se ha vuelto pudoroso. El experimento con estos Tom y Jerry amariconados duró dos años, y para desgracia de todos, se vio seguido de otro programa infantil: The Tom And Jerry “Comedy” Show (las comillas las pongo yo). Y si había un estudio con ideales más rácanos sobre la animación que los Hanna-Barbera Studios al que confiar a Tom y a Jerry, este era Filmation, absoluto dueño y señor de los dibujos animados de los sábados por la mañana durante los cuestionables ochenta.
Estamos ante otra mierda pinchada en un palo, como era de esperar viniendo de Filmation. Gracias a Dios, en esta versión de 1980 Tom y Jerry vuelven a ser enemigos y no dos coleguillas que comparten peripecias, pero no por ello vuelve la violencia desatada de los años dorados. Además, la animación parece por momentos reciclada de un proyecto de resurrección parecido que estaba llevando a cabo Filmation desde 1979 sobre Superratón. En 1982 la serie terminó y la gente brindó con champán. Era matemáticamente imposible que la pareja fuese a partir de ahora en otra dirección que no fuese hacia arriba. No tras pasar por Filmation. Pero las matemáticas no son una ciencia exacta, y ocho años después del fin de The Tom And Jerry Comedy Show los fans de Tom y Jerry vieron con ojos aterrorizados cómo esto aterrizaba en la televisión:
Mucho había tardado. Sobre el boom ochentero de las versiones infantiles “de nuestros personajes favoritos” nada voy a decir, porque todo está dicho ya (sobre todo después de este genial artículo). Pero por contrato me veo obligado a dedicar al menos un par de líneas a este engendro llamado Tom And Jerry Kids, que llegó en 1990, cuando prácticamente todo personaje animado con una mínima fama había pasado por la cámara de infantilización. Lo extraño es que el resto de personajes más o menos populares que también salían en la cosa ésta permanecían en su forma adulta (o en el caso del cachorrillo de Spike, no se había transformado en feto), y no sólo eso, sino que encajaban la repentina transformación de Tom y Jerry con una naturalidad sorprendente. En los ochenta, los dibujos animados parecían todos dibujados por la misma persona, y éstos no eran una excepción. Animación exagerada y objetos y proporciones deformadas en los fondos, ahí están al pie del cañón. Como en toda precuela que se precie, encontramos graves errores de continuidad, en este caso centrados en la pajarita de Jerry, que por alguna razón desconocida vuelve a estar presente pese a que durante gran parte de su adultez no la llevará, como bien sabemos. De la gorra de chaval enrollado de Tom me niego a hablar.
Mientras los pequeños Tom y Jerry hacían travesuras en la tele, algo más bien notorio ocurrió a los Tom y Jerry adultos: nada menos que una película. Una película en la que Tom y Jerry descubren que pueden hablar, y en la que (¡¡¡¡¡noooooooooooo!!!!!) tienen que cooperar para salvar a una niña de las garras de su malvada madrastra entre canción cursi y canción cursi. Ni que decir tiene que con una trama semejante, la película de 1992 resultó un desastre en el que de nuestros Tom y Jerry sólo quedaban los nombres. Ver a Henry Mancini enredado en un proyecto semejante duele mucho, pero por fortuna aún tendría tiempo de escribir una partitura más antes de morir: El hijo de la Pantera Rosa. Oh, Dios.
En 1994, tras cuatro penosos años, Tom And Jerry Kids terminó, y salvo por un par de cortos aislados que ni siquiera he visto (y que me juego la mano de dibujar a que no merecen la pena), Tom y Jerry entraron en un nuevo letargo, esta vez hasta 2006. Aquel año, la Warner estrenó la última serie hasta la fecha basada en los personajes de Hanna y Barbera: Tom And Jerry Tales, que desgraciadamente se queda en una notable intro y poco más. El principal error de esta serie, como en todas las anteriores, reside en las tramas, demasiado elaboradas en comparación con el sencillo argumento de los cortos originales, que se basaban en una mínima premisa que era más una excusa para la retahíla de palos y gags visuales característica.
Estamos en 2011 y, tras Tales, Tom y Jerry no han vuelto a resucitar. Tal vez sea mejor así. Tom y Jerry son dos de los emblemas más grandes de la larga historia de la animación norteamericana, y si hablamos sólo de parejas de personajes, no hay quien pueda batirles: son los mejores. Han visto mucho mundo estos dos, y han sufrido en sus carnes todos los vaivenes estilísticos de los dibujos animados desde que nacieron allá por 1940, incluyendo su incursión en la bizarra animación soviética, algo de lo que no muchos pueden presumir. Sus años de grandeza indudablemente han pasado, y cualquier intento de volver a ellos acabará en un penoso y doloroso fracaso. Para ellos y para los que tenemos que sufrirlo. ¿A qué estáis esperando? En cualquier Corte Inglés y por veinte pavos podéis haceros con la Gold Collection, es decir, el integral de todos sus cortos cinematográficos, desde el primer Puss Gets The Boots de Hanna-Barbera hasta el último Purr-Chance To Dream firmado por Chuck Jones. Y cómo no, pasando por los pesadillescos cortos soviéticos. ¡Corred, amigos! ¡Se trata de dos iconos ya no de los dibujos animados, sino del cine en general! Siempre podéis comprarlo con la excusa del cumpleaños de un hermano pequeño y luego quedároslo para vosotros. Es lo que yo hice. ¡Buenas noches, América!

Ya estaba yo por preguntarte algún día acerca de esa animación soviética que tanto me tenía en mente como si de un McGuffin se tratase y ahora he visto el resultado. ¡Eso es Tom y Jerry a la europea! Hasta me recuerda un poco a la animación del Señor Rossi. Por cierto que iba a decirte algo pero a ver si se torna en gafe. Sí, algo sobre una nueva resurreción de Tom y Jerry.
De los cortos yo me quedaría con ese en el que Tom oye una historia de fantasmas en la radio y Jerry la lía a base de bien incluyendo tortazos de Mamma, que por cierto ¿no salía un personaje similar en el corto de los gatitos huérfanos de Disney?
SÍ. Un plagio total de Mammy. También salía en un corto de Fígaro y Cleo.
Cierto, cierto.
«Fiiiiigaro y Cleeeeeoooooo»
La perfecta combinación de imágenes y música también es uno de los elementos que más me atraía de los Looney Tunes.
De los pequeños Tom y Jerry ni me acordaba. Debí de borrar ese recuerdo de la cabeza.
Y por supuesto, excelente reseña. Te habrá llevado tu tiempo escribirla. Gracias también por los vídeos.
La vida, amigo, me ha llevado la vida… En youtube están todos los cortos, ¿eh? ¡Todos!
Ostras, acabo de darme cuenta de que el sobrino del alcalde Quimby se llama igual que el productor de Tom y Jerry…
Aquí pueden leer la defensa que hace Deitch de los T&J producidos en Checoslovaquia
http://www.awn.com/genedeitch/gene-deitch-how-succeed-animation/part-two-how-i-did-it/chapter-20-tom-jerry-first-reinca/page/1,1
Considerando la serie donde salía Jerry con corbata y esa músiquita boba que sonaba una y otra y otra vez, la verdad es que no estaban tan mal.
Bueno estoy de acuerdo en gran parte con la crítica de los cortos de Tom & Jerry de la era Deitch-Snyder, aquí aparace «Clint Clobber» como dueño de Tom y que fue creado por el propio Deitch cuando estaba en la UPA en los años 50´s cuya personalidad distaba de lo que se mostraba en los cortos de Tom & Jerry, por otra parte Deitch afirmaba sobre las «dificultades» para hacer su trabajo en un país comunista (más que todo económico que político) y que los de la MGM lo llamaron tras el corto de Munro que ganó el Oscar, lo cual no es del todo cierto, ya que en 1960 ya «su equipo» realizaba cortos para la televisión de los nuevos capítulos de Popeye en 1960 por órdenes de la King Features Syndicate (y después de T & J hizo tal vez su «mejor» trabajo que es La Gata Loca entre 1962 a 1964 para la televisión también por órdenes de la KFS y al parecer por otro equipo de animación), también llama la atención la procedencia en sí de los cortos (tanto de Popeye como los de T & J) por ejemplo en los cortos de Popeye los actores de voz eran los mismos los que realizaban en los cortos de la era de Fleischer y Famous Studios y que lo hacían también en otros estudios de animación como la de Jack Kinney Studios y Paramount Cartoon Studios,
… por otra parte la música final del cortos de Deitch era de lo más deprimente y no deba sentido a la historia.
PD.: quisiera corregir con respecto al personaje de Clint Clobber que fue creado por Deitch cuando se unió al equipo de los Terrytoons y no en la UPA como mencioné anteriormente, también quisiera corregir la frase «música del cortos» por «música de los cortos».
También corregir la palabra «deba» por «daba» del último comentario.
Me ha costado días, pero al fin he terminado de leerme el post, con videos y todo. Pedazo de post. A partir de ahora voy a disfrutar de estos personajes a un nuevo nivel.
Magnífico, magnífico, un nuevo entendido siempre es una buena noticia. ¡Ellos se lo merecen!
Oiga, he hecho un cálculo mental rápido y me parece que de 1940 a 2011 van setenta y un años (71) y no sesenta… A lo mejor es que esta entrada es extraordinariamente vieja y data de 2001, no lo sé. Pero me parece curioso. ¿Taquiones?
Fallo mío, fallo mío… Luego lo cambio, que estoy muy vago ahora.
Señor mío, creo que es usted excesivamente purista. Es cierto que como los originales no hay ninguno, pero los Tom y Jerry de Chuck Jones no están tan mal y Tom and Jerry Tales en los episodios dirigidos por Spike Brandt y Tony Cervone están muy bien. Es más, los largometrajes que salen directos a dvd como El cuento del Cascanueces me parecen estimables y recuerdan a la etapa de Hanna-Barbera inicial, sobre todo visualmente.
Excelente, Mas que Excelente
REcuerdo Mis años dorados de niño alla por los 80’s, y concuerdo contigo, a partir de los 60′ T&J empezó a decaer, los cortos sovieticos siempre me parecieron raros y cuando Jerry usó corbatin fue el acabose, y luego, si lo anterior no era ya pesimo, cuando Filmation con su musica repetitiva en todas sus series y un T&J sin personalidad terminó por hacerme apagar el tele (y solo tenia 7 años).
Disfruté leyendo tu articulo
Estimados, una vez termine viendo un especial de T y J viendo muchos cortos de los que se habla en este precioso artículo, mas recuerdo haber visto un episodio en el que al final sale un extraño ser humanoide con un look muy parecido a Jesucristo en blanco y negro con ojos de gato que les dice ámense los unos a los otros. Ustedes saben como se llama ese episodio? Me encantaría volver a verlo… Saludos.
Que yo recuerde ese del ser humanoide con ojos de gato era un especial pero de Garfield, y al final dice ¨Debemos estar unidos¨
Pues lo que comentas de la leyenda de que Mammy Two Shoes fue censurada por una mujer blanca en posteriores re-emisiones… Parece que era real (?)
Me recuerda a esos re-coloreados que hacían de cortos de los Looney Tunes donde a veces se re-dibujaba todo de nuevo con un resultado bastante aberrante respecto al original en blanco y negro.
Por lo demás, me encanta tu análisis sobre estos genios de la comedia animada. Y qué lástima que no haya manera de resucitarlos de manera eficiente como sí han hecho con Bugs Bunny y sus amigos en Looney Tunes Cartoons.