¡Es el segundo mejor episodio de Los Simpson que he visto!

El otro día estaba yo viendo Los Simpson (¡anda, no me digas!) y, descorazonado ante el lamentable espectáculo ante el que me encontraba (temporada 17, ya ves), me puse a pensar en los buenos tiempos. Entonces empecé a acordarme de mis episodios favoritos. Mi lista varía vagamente cada vez que pienso en ella (el monorraíl no para de entrar o salir), pero sí que hay una cosa que no varía: mi pódium. Mis tres episodios favoritos, inamovibles desde hace ya muchísimo tiempo y que se reafirman cada vez que los vuelvo a ver. Caí entonces en la cuenta de lo diferentes que son entre ellos estos tres episodios, quizá al estar bastante alejados en el tiempo entre ellos, o todo lo lejos que pueden ser tres años en una serie que ya lleva veintitrés en antena (de los cuales por lo menos doce se los ha pasado torturándonos). Es algo que nunca había pensado, y que me devolvió a mis recurrentes pensamientos sobre lo grandiosa que es esta serie que durante sus primeros ocho años de vida atravesó etapas tan diferentes y maravillosas cada una a su modo. Mis tres episodios favoritos de Los Simpson son una ácida sátira de la tele amarillista (por Dios, al que haga el chiste, lo mato), una comedia pura y desatada sin más lecturas y un complejo y maduro acto de autorreflexión sobre la propia serie. El primero es, por supuesto, Homer, hombre malo, con su Venus de gominola, su “dulce-cu”, sus legendarios momentos de manipulación televisiva y acoso mediático a Homer, su “Homer, I’m God… frey Jones” y su telefilm protagonizado por Dennis Franz (con Dennis Franz doblándose a sí mismo, por Dios). Hace poco lo volví a ver y descubrí algo absolutamente genial que se me había pasado por alto hasta entonces. Aparte de una crítica abierta a los medios de comunicación y la influencia de la tele en la opinión de la gente, el episodio es algo más. A día de hoy hemos visto cientos y cientos de crisis matrimoniales entre Homer y el mayor amor de su vida, Marge; pero Homer, hombre malo nos presenta por primera y única vez una trágica crisis matrimonial entre Homer y su segundo mayor amor: la tele. El episodio va de Homer siendo traicionado y desengañado por la segunda mujer a la que ama y sus intentos por reconciliarse, y la resolución es uno de mis momentos preferidos (por entrañable) de la serie: Homer abraza a la tele en secreto y le susurra un tierno “no volveremos a pelearnos, cariño”. No existe mejor y más divertida forma de definir a Homer.

Éste sería mi tercer episodio favorito. Respecto a mi Best Episode Ever, quizá huela a chamusquina que coincida con la respuesta más extendida y automática a la pregunta de cuál es el episodio favorito de la gente. Mi favorito es el del seguro dental. Decir que tu capítulo favorito de Los Simpson es Última salida a Springfield es como decir que tu película favorita es Ciudadano Kane. Sospechoso. El título que encabeza todas las listas sesudas y aburridas es tu favorito, ¿eh? Parece que alguien por aquí no tiene criterio propio. Sí, sé lo que parece, pero el caso es que mucho antes de Wikipedia, mucho antes de las listas, Última salida a Springfield se convirtió en mi episodio favorito cuando un lejano 3 de enero, día de mi cumpleaños (¿el noveno? ¿el décimo?), me pasé veinte minutos seguidos retorciéndome a carcajadas viéndolo por primera vez. Recuerdo que el giro de tuerca al tópico de los dibujos animados de la muchedumbre que dice “síiii” y uno que dice “nooo” me pareció la cosa más delirante y genial de todo el universo. Desde entonces no ha ido pareciéndome sino mejor y mejor, un capítulo maravilloso perteneciente a una época en el que los guionistas estaban pletóricos en su capacidad puramente cómica, la cuarta temporada. Hacer un episodio magistral basándose sólo en la comedia es muy complicado, mucho más que hacer un buen episodio emocional o con carga crítica, y durante la cuarta temporada tuvimos muchos como éste, en el que cada puñetero chiste funciona. Pura perfección cómica. Si encabeza todas las listas, por algo será. (Sin embargo, nótese que cuando alguien me dice que su película favorita es Ciudadano Kane olvido convenientemente esta lógica y desprecio su opinión como prefabricada e indigna de recibir un minuto de mi atención, quizá porque mi película favorita es El apartamento y no Ciudadano Kane).

¡Alto! ¿Qué ha pasado? He mencionado mi tercer episodio favorito y mi primer episodio favorito, ¿pero qué pasa con el segundo? ¿Me lo he saltado? Ah, amigos, mi segundo episodio favorito es un episodio tan complejo que una mención superficial no bastaría para hacer entender por qué es tan grandioso. Hay que entrar en él, escarbar, despiezarlo como a un atún y estudiarlo profusamente, porque tiene tantos aspectos interesantes que cualquier otra cosa sería injusta. Así que vamos allá. Hablemos de él. Hablemos de El enemigo de Homer.

Como ya expliqué en su momento, la octava temporada de Los Simpson representa un punto de inflexión. A llegar a 1997, la serie completó su propio círculo; había alcanzado su mayoría de edad, y tras explorar los terrenos de la comedia, de la ética, de la parodia y de la emotividad, sólo quedaba uno por rastrear: el de la propia serie, el de Los Simpson. Tras ocho años, Los Simpson ya podían equipararse a otros elementos del día a día del ser humano medio; y así es como la octava temporada volvió la mirada sobre sí misma y empezó a reflexionar sobre su propia condición de fenómeno cultural. Y aunque a lo largo de la temporada muchos capítulos ejemplifican este sentimiento de autorreflexión (el de Poochie, el de Shary Bobbins), ninguno lo llevó hasta sus últimas consecuencias ni lo abordó desde un ángulo tan complejo como El enemigo de Homer.

La producción de este episodio encuentra su razón de ser en una pregunta al aire lanzada en la sala de guionistas: ¿cómo sería trabajar realmente con Homer Simpson? Siempre hemos dicho que una de las claves del éxito de Los Simpson es su condición de serie de animación con una dinámica, lógica y universo propios de la acción real, o mejor dicho, del mundo real; su reflejo del mundo que nos rodea. Los guionistas de la serie tenían claro que esto era verdad sólo en parte, ya que como ellos mismos reconocen en entrevistas, su serie se sustenta en un modelo de realidad relativamente flexible, con unas normas basadas en la realidad pero cuyos límites gustan de explorar episodio tras episodio. Homer es la prueba viviente de ello, y El enemigo de Homer busca poner esto de manifiesto. Cuando el señor Burns contrata a Frank Grimes para ponerle a trabajar en el sector 7G junto a Homer, está poniendo a trabajar junto a Homer al primer personaje de la serie que no está en una tierra de nadie entre un ser humano y un personaje de dibujos animados; sino que es un auténtico ser humano. Y este ser humano se encuentra metido, sin comerlo ni beberlo, en un universo peligroso para la salud física y mental de cualquier persona con dos dedos de frente. Cuando conocemos a Frank Grimes al principio del episodio y contrastamos su visión con la que nosotros nos hemos construido de la serie durante estos años;  percibimos a Homer como un ser un tanto más peligroso para la gente que le rodea de lo que pensábamos al principio. Pero conforme avanza el episodio, comenzamos a entender que todo lo que rodea a Homer Simpson, su universo, está adaptado a su irreal comportamiento, y que de este modo no puede ser peligroso para nada que haya nacido dentro de ese universo. El de Los Simpson es, en definitiva, un mundo de dibujos animados. Más velado de lo  acostumbrado, pero de dibujos animados al fin y al cabo. El intruso es Frank Grimes. En un mundo de locos, este hombre más parecido a un ser real que cualquier otra cosa que hayamos visto en la serie, con sus miserias, sus frustraciones y sus traumas, es el loco. Y el final del episodio acaba por confirmárnoslo.

Como prueba de lo en serio que se tomó el equipo el concepto de autorreflexión de este episodio y al personaje de Frank Grimes, están los créditos del capítulo. Siempre me llamó la atención que un personaje tan memorable del universo Simpson como es Frank Grimes fuera doblado por el habitual de la serie Hank Azaria, y no por una estrella invitada como es habitual en los casos de los personajes episódicos importantes. Hace un año así conocí la respuesta, leyendo una entrevista con Bill Oakley. Oakley explicaba en la entrevista, con muchísima razón, que para construir un personaje como Frank Grimes, sobre todo en el tipo de episodio que iba a protagonizar, era necesario que le diera voz alguien que comprendiera profundamente la idiosincrasia de la serie; y por ello el papel fue a parar a Azaria en vez de a William H. Macy (lo cual habría sido enorme). Azaria se quedó con el mejor personaje episódico de toda la serie y Macy hizo posteriormente una lamentable aparición como sí mismo en un episodio de la temporada 18 o 19.  Prescindir de una estrella invitada en virtud de la calidad del episodio es un acto de brutal madurez que jamás ocurriría hoy en Los Simpson, cuando con una excusa patética te meten a cualquier famoso a decir una frase y desaparecer, todo para bombardear con promos al público durante una semana y subir los shares. ¡EH, QUE EN EL EPISODIO DE ESTA NOCHE SALEN LOS DE GLEE! Por fortuna, Frank Grimes nació para la octava temporada y allí murió.

Frank Grimes es también ese espectador que no ve Los Simpson, o al que no le gusta porque no es capaz de entenderla. Es ese espectador incapaz de llevar a cabo ese pacto de verosimilitud que nos lleva a los demás a aceptar barco cuando vemos a un tío como Homer Simpson triunfar, aunque sólo sea por accidente, en todo lo que se propone episodio tras episodio. Frank Grimes pone en evidencia lo que nosotros ya sabemos pero aceptamos para entrar en el juego: que es imposible que pueda existir un idiota del calibre de Homer Simpson que haya conocido a varios de los presidentes de los Estados Unidos, tenga un Grammy en su estantería y haya ido al espacio. La gente normal no hace eso. La gente normal se parte los cuernos trabajando durante toda su vida para, con un poco de suerte, conseguir algún triunfo mínimo y agradecer tener un apartamento de mala muerte donde refugiarse para dormir por las noches, aunque esté encima de una bolera y debajo de otra bolera. Frank Grimes sabe esto y odia a Homer Simpson porque no lo entiende. Se pasa el episodio cuestionando con carácter escéptico todo lo que ve, como tu madre cuando le da por sentarse a ver Los Simpson contigo y tú te pones como Lenny y Carl a explicarle que no tiene tanta importancia. “Hombre, se tomó cuatro cervezas antes y eso da sueño…”

Y finalmente, Frank Grimes personifica la reflexión más brutalmente sincera, oscura y descorazonadora habida y por haber en un episodio de Los Simpson o de cualquier otra serie. Cuando vemos que Frank Grimes, “el hombre que luchó por conseguir todo cuanto tiene”, muere electrocutado de la forma más penosa posible, en pleno rapto de locura y tras mear en la tapa de un váter, llegamos a la conclusión de que todos tenemos las misma oportunidades de que nos toque una vida de mierda, hagamos lo que hagamos, aquí y en Pekín. El enemigo de Homer es un episodio infinitamente frustrante, porque nos muestra cómo un hombre serio (el de los Coen es Frank Grimes en carne y hueso, ni más ni menos) que apela a la imbatible lógica, sale perdiendo una y otra vez, es humillado desde el minuto uno al verse sustituido por un perro, queda como un idiota ante los ojos de los demás y no es capaz de defender ante la gente que le rodea algo que sabe cierto. Él dice que es “demostrar que Homer Simpson es idiota”, porque como sabiamente dice Grimes, un tipo como él ya debería haber sido asesinado doce veces por lo menos; pero en más profundidad, todos estos comentarios encierran una idea de mayor alcance a demostrar: que el mundo funciona de una forma y negarlo es estúpido. Sin embargo, todas las evidencias parecen apuntar a lo contrario, a un mundo caótico que demuestra que la moral es un invento del hombre que poco impacto puede tener en el libre albedrío y en un mundo que estaba ahí mucho antes de que nosotros viniésemos a intentar imponer nuestras absurdas normas. Apelando de esta forma a uno de mis principales dilemas existenciales, puede que sea fácil explicar mi debilidad por este episodio, pero lo cierto es que de nada sirve que la lectura de un episodio de Los Simpson (o de cualquier cosa) coincida con tus obsesiones si no alcanza cierto grado de sofisticación narrativa en su subtexto. Es muy difícil abordar un tema como éste sin dejar de lado la comedia y todo lo que ha caracterizado siempre a un buen episodio de Los Simpson: el equilibrio. La carga ética y filosófica de este episodio es enorme, por no hablar de la patada a los principios de éxito y triunfo asociados al ciudadano americano “hecho a sí mismo”. Nunca los guionistas de Los Simpson habían sido (ni serán) tan audaces, tan irreverentes y osados poniendo en tela de juicio el estilo de vida americano, su leit motif y sus pilares básicos. Parece increíble que tan sólo dos años después tuviéramos que tragarnos de la misma gente un acomplejado panfleto sobre las bondades de Thomas Edison y por ende de los Estados Unidos, insistiendo en las grandezas de un ladrón de bombillas (Team Tesla forever!) que por lo visto fue más grande que DaVinci y Pasteur juntos.

El enemigo de Homer es una obra maestra absoluta de Los Simpson, una cumbre dentro de la cumbre que ya de por sí es la octava temporada. El humor de la serie nunca fue tan autorreflexivo, complejo y sofisticado. Tampoco tan negro, y menos de una forma tan justificada; pero lo más maravilloso es que toda esta despiadada elocuencia a la hora de demostrar la estupidez e incompetencia de Homer no está orientada a ponernos de parte de Frank. En un último y retorcido giro humorístico, el objetivo final es alinearnos más que nunca (y ya en grado de absoluta conciencia sobre todo lo que ello implica) con el peor inspector de seguridad nuclear de la historia y así reconocer y celebrar al pequeño Homer Simpson que quizá haya dentro de todos nosotros. Y todo para que Frank Grimes, el hombre que se hizo a sí mismo, se revuelva en su tumba.

Y de esto nunca se hablará, bajo pena de fuerte tortura.

14 comentarios en “¡Es el segundo mejor episodio de Los Simpson que he visto!

  1. Es curioso, el episodio de Graimito (como lo conocemos en mi casa) nunca me había gustado mucho, de hecho posiblemente sea el episodio clásico que menos me gusta junto al de Sheri Bobbins. Y ahora, después de leer tu certero análisis, me doy cuenta del por qué: resulta extraño y hasta cierto punto sórdido meter a una persona real en una serie como los Simpson. Es un episodio cruel, donde se puede palpar la agonía del pobre Grimes, un hombre corriente que es incapaz de comunicar su problema al mundo y que se ve abocado al suicidio para llamar la atención sobre la imposibilidad de la existencia de alguien como Homer Simpson, lo que al final resulta un fracaso igualmente. De pequeño, la escena final donde Homer, con su actitud despreocupada (y estúpida) consigue incluso robarle su funeral, me dejaba con un mal sabor de boca y una cierta angustia vital que era incapaz de expresar con palabras. Igual que Grimes.

    Sigo sin verle la gracia a este episodio. Para mi, no es más que un ejercicio de sadismo para nada a la altura de una serie tan mítica y excelsa. Sobra totalmente (en las nuevas temporadas habría pasado desapercibido), y sólo merece permanecer en mi memoria por la frase «los cerdos mastican, éste engulle; come como un pato.»

    PD me estaba preguntando cuándo tardarías en mencionar al hijo de Grimes, y al ver que el artículo se estaba terminando, pensé «¿será capaz de resistirse?». Y al final he visto que, que eres humano como todos.

    1. Hay muchos que piensan como tú, no creas que estás solo. Este episodio polariza a la gente, y lo bonito es que lo hace por cuestiones bastante menos superficiales por las que polarizan al público algunos de las últimas diez temporadas (la parodia de OLVÍDATE DE MÍ, por ejemplo). Y algo tendrá para que a mí me parezca el segundo mejor episodio de toda la serie y a ti sea de los pocos clásicos que no te gusten. Y ojo, de forma sincera, mucho antes de tan siquiera saber que las opiniones generales son tan enfrentadas (es mi caso, supongo que el tuyo también.

      Si gusta o no depende del tipo de espectador que eres y cómo sueles afrontar ciertas cosas más sórdidas de lo normal. No hablo de blandenguería, es una cuestión de comedia. Hay muchísimos tipos y no todo el mundo traga con toda. Yo soy un gran amante de las miserias humanas como material cómico, así que es obvio que este episodio es para mí.

      También depende mucho de si ves cinismo o no detrás de la moraleja del episodio. Yo creo que los mejores Simpson son irónicos y al mismo tiempo carecen del cinismo facilón que por ejemplo es habitual en PADRE DE FAMILIA. Está claro que el episodio éste de Graimito no me gustaría tanto si lo encontrase cínico. Lo magistral de él es que juega con conceptos de un pesimismo brutal pero sin caer en ese desencanto cínico forzado tan habitual en muchas series de tipo irreverente.

      Y odio lo del hijo de Frank Grimes con saña y locura, quise resistirme pero al final no pude.

  2. de los mejores episodios sin lugar a dudas, simplemente perfecto. triste, durisimo, y sin embargo tronchante.
    a parte de lo que tu has dicho, me gustaria recalcar una sensacion que me transmite este capitulo: cuando graimito va a casa de homer y le pone a caldo, se que tiene razon en todo, pero… lo odio. es como «eh! no te metas con mi homer!». porque al final, el dibujo animado me acaba pareciendo mas humano que la persona real, me identifico mas con el. he vivido tantas cosas con homie que me niego a que alguien lo ridiculice.

    que gran serie, copon.

    1. Sí, el muy desgraciado se hace querer pese a todo y pese a que entendamos al pobre Graimito. Eso es un mérito muy grande para los guionistas y una prueba de lo firmemente que habían construido a su protagonista durante todos esos años.

  3. Me ha parecido una entrada genial, el análisis del episodio de Graimito ha sido sublime, ya que opino al igual que otros que este episodio agobia por su carácter pesimista pero leyendo esto, desvelas la raíz del por qué. Es como la comedia de reirse del mal ajeno (balonazo en sus partes,balonazo en sus partes…), tal mal causa risa, pero si nos pasara a nosotros la cosa seria grave.
    Tú mismo lo has estado exponiendo, Homer es un dibujo animado y tal como su condición es un ser irreal y alejado de nuestra realidad. Por mucho cariño que le cojamos viendo en televisión, si conviviéramos con él acabaríamos suicidándonos de lo frustrante que es.
    Esta premisa también se ha repetido en Los Simpson pero en con menos enfasis en episodios donde Rasca y Pica vistos en televisión causan risa pero cuyos actos en vida real son violentos y crueles. (Rascapiquilandia o el episodio donde Bart y Lisa se transportan al mundo de Rasca y PIca)
    Sinceramente, mis felicitaciones por el post, andaba con ganas de leer algo nuevo tuyo.

    1. No lo había pensado, el capítulo éste lleva hasta sus últimas consecuencias algo ya apuntado en otros más antiguos (los que tú dices). Y en fin, tu frase, «por mucho cariño que le cojamos viendo en televisión, si conviviéramos con él acabaríamos suicidándonos de lo frustrante que es» resume todo lo que es el episodio. Muy bien traído.

  4. Cuando has empezado mencionando la temporada 17 he pensado que el gran capítulo en cuestión pertenecía a esta, JA! Sabía yo que tal milagro era imposible; los Simpson han entrado en una caída sin freno, en una inmadurez de la que parece imposible que salgan, aunque el mejor guionista del mundo fuera contratado para ello.

    Lo del capítulo de Grimes lo comparto al 100%, pero a mí de hecho este capítulo me hizo odiar a Homer y al loco mundo en el que vive. Yo estaba de parte de Grimes desde que le canta las cuarenta en su propia casa, precisamente por lo que has comentado, porque es el primer tipo normal, real, que aparece en la serie, y a pesar de que me reía con sus penurias y con el cruel final que recibe, no dejaba de pensar en lo cabrones e irreverentes que eran sus guionistas. Un capítulo que da que pensar, sin duda.

  5. Aunque bueno, el capítulo de «El enemigo de Homer» está lejos de ser uno de mis favoritos. Aunque ahora lo veo lo disfruto mucho, reconozco que al igual que otros que las primeras veces el capítulo me dejaba con una sensación de mal gusto y es el unico capítulo de los clásicos que da una imagen de Homer que llega a ser odiosa. nunca antes se vio una cara de Homer tan cruel y siento por ser tan directo.

  6. Nunca me había parado a pensar tan en profundidad sobre este capítulo…..Siempre vi a Grimes como el idiota que insulta a Homer!!! jejejeje ¡un besito y muy buena entrada!

    1. La verdad es que no tengo muy claro qué me pareció el episodio cuando lo vi la primera vez, pero con el tiempo me ha acabado gustando mucho y el final me parece especialmente bueno, aunque en su momento hizo que me cayera muy mal Homer.

      A pesar de lo bueno del experimento y de que el personaje de Graimito me parece genial y a diferencia de otros por aquí a mi me cae relativamente bien (aunque no me parece totalmente ‘normal’, es exageradamente perfeccionista) personalmente lo que no me termina de gustar es lo mucho que se remarca la potra que tiene Homer. Para mi los Simpson es una serie ‘realista’ a pesar de sus locuras, y para mi Homer es el pobre hombre desgraciado al que le van mal las cosas. Es verdad que con el paso del tiempo y si lo piensas ha llegado a hacer muchas cosas que no podría conseguir en la vida real un hombre de su inteligencia, pero no me acaba de volver loco que se retrate a Homer como «el suertudo», aunque sea necesario para el experimento.

      Otro aspecto que me parece algo forzado para la ocasión es que Homer es ligeramente más idiota de lo habitual hasta ese momento, pero las escenas en las que no comprende por qué Grimes no quiere ser su amigo le dan la necesaria humanidad.

      1. A mí ya no es que simplemente Graimito me caiga bien, sino que me identifico plenamente con él. No a nivel de Miguel Roselló, sino de ser humano en general. El episodio está concebido para que por primera vez empaticemos con el opuesto a Homer, y creo que lo consigue.

        ¿Que Homer está un poco distorsionado para la ocasión? Sí, pero ya me gustaría a mí que hoy se distorsionase a Homer con tan buen gusto como se hace en este episodio. Y por otro lado, lo acepto como la distorsión necesaria que surge de la percepción de Graimito.

        Mantengo que es uno de los mejores personajes, principales, secundarios y episódicos que han pasado por la serie.

  7. Para mi » El enemigo de Homer» está a la altura de Yo Claudio, El jardín de las delicias, las sonatas de Beethoven o un concierto de AC/DC. Y no es coña; es una obra de arte. Por supuesto es mi episodio favorito e incluso mi hijo pequeño cuando lo reponen y estoy haciendo otra cosa me avisa: » ¡ Papá Graimito» !
    Mi segundo episodio es «El cabo del miedo»: el interrogatorio a Homer cuando tiene que asimilar su nuevo nombre , Homer Thompson, y es incapaz de entender lo que hacen los detectives es impagable.
    Respecto a la decadencia de la serie, duele. Daría dinero para que se hubiese acabado hace muchos años ( y porque De Niro se hubiese retirado tras Heat).

  8. El otro día estaba viendo un top 11 de episodios de los Simpson según el Crítico de la Nostalgia. La mayoría de episodios son los típicos que suelen estar en un top de ese tipo (el Enemigo de Homer también estaba por motivos similares a los que comentas en la entrada), pero lo curioso es el número uno: creo que jamás había visto ese episodio en ningún top y sin embargo las razones que expone para considerarlo el mejor son perfectamente válidas. Te recomiendo echarle un ojo.

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