Ese engaño que funciona

[Nota inicial: NO quiero que la conclusión que se saque de este texto sea el trilladísimo y facilón «que cada uno vea las películas como le guste». Eso ya lo sabemos todos y en cualquier caso NO ES LA PUTA CUESTIÓN. Conclusiones como ésas, sobre todo cuando no vienen al caso, lo único que hacen es anular la capacidad crítica del personal. Eso de dejar que cada uno haga lo que quiera y tratar de resolver todos los dilemas del planeta con tolerancia y nula conciencia crítica nos está llevando a todos a la ruina. ¿Queda claro? A LA RUINA. Una vez dicho esto, vamos al lío.]

El doblaje es un engaño que funciona. Es un engaño porque nos hace creer que un actor extranjero está hablando en nuestro propio idioma, y funciona por una mezcla de talento y casualidades. El talento es algo que no hace falta explicar, sin embargo las casualidades sí son más curiosas. La sincronización labial en el doblaje no es perfecta, porque para ser perfecta las palabras deberían coincidir al 100% y a eso se le llama versión original. Sin embargo, nuestro cerebro obra de una forma muy curiosa, y del mismo modo que podemos leer legiblemente un texto en el que todas las palabras tienen sus letras correspondientes, salvo la primera y la última, desordenadas; basta con que unas cuantas consonantes críticas (la B, la F y la mayoría de labiales y labiodentales) coincidan en la versión doblada con su equivalente en versión original para que nuestra percepción rellene el resto de los huecos y surja el milagro. A esto se suma nuestra tendencia a mirar el rostro de una persona centrando nuestra atención en los ojos en lugar de en la boca. Con esto me refiero a las casualidades; si no fuese por estas circunstancias sería difícil que el engaño del doblaje funcionase.

Llevo ya unos años reflexionando acerca de la traicionera noción de “versión original”. No es que sea precisamente un término ambiguo, se refiere sin más equívocos a la reproducción de una obra artística sin que ninguno de sus elementos se vea reemplazado por otro. Obviamente el cine doblado queda fuera de esta definición, y nadie podría (ni debería) convencer a nadie de que una versión doblada pueda competir con una versión original a la hora de acercarse a una película tal y como fue concebida. Pero en términos perceptivos, la cosa se vuelve más tortuosa. ¿Es más importante la obra en sí o el impacto de la obra en el espectador? Dicho de otro modo, ¿lo que es la obra depende de la percepción de su público? Como director, cabe preguntarse si deseas que el público extranjero de tu obra comparta los aspectos más objetivos de ésta (lo que se ve y lo que se oye) o si estás interesado en otros matices más subjetivos (lo que se siente). Un espectador norteamericano que ve la última película de Scorsese está viendo la película en inglés o la está viendo en su propio idioma, dependiendo de cómo lo veamos, y ahí entra la pregunta razonable de cuál será la experiencia verdaderamente análoga para el espectador español (o de donde sea). A fin de cuentas, todo idioma asimilado desde que nacemos cuenta con un factor emocional con el que otro idioma, por amplio que sea nuestro dominio sobre él, jamás podrá competir. Thehardmenpath ilustró esta idea una vez con un “te quiero”. Creemos que sí, pero un “I love you” jamás nos conmoverá igual. Por si hacía falta aclararlo, estamos ante uno de esos casos que poco tienen que ver con la postura de uno acerca de la cuestión del doblaje, es algo que no se elige.

Reconozco lo oportuna que resulta esta reflexión viniendo de boca de un defensor abierto y confeso del doblaje. Pero aunque la defensa de la versión original me parece razonable del todo, no me parece absolutamente imbatible, principalmente por un error de concepto: es muy fácil defender una versión original cuando se domina medianamente el idioma de turno. Que nadie se equivoque, querido lector, te invito a que vuelvas a sentarte y esperes a oírme hablar, porque no tengo la más mínima intención de embarcarme en la trillada cuestión educativa que tan banalizada está a día de hoy. Que si el doblaje ha saboteado el aprendizaje de otros idiomas en España, que si el doblaje golpeó a aquellas focas, que si va por ahí diciendo a los niños que los Reyes son los padres. Voy a aventurarme a sugerir que quien culpa al espectador de cine doblado de su desconocimiento del inglés está desdeñando, de forma tan implícita como tendenciosa, la práctica totalidad del resto de los idiomas sobre este mundo.

La cuestión de la necesidad de ver una película en versión original es simple, eficaz y prácticamente indiscutible cuando hablamos de cine angloparlante, puesto que muchos de nosotros dominamos el inglés y el desconocimiento del idioma por parte de otros se puede resolver con un rápido “Pues aprende inglés, paleto” sin que nadie piense que estás diciendo una burrada. Pero nadie mandaría con tanta ligereza a nadie a aprender rumano, zulú o vietnamita para disfrutar de una película, ¿cierto? Resulta que esta vía de defensa descansa en gran parte sobre una convención social tan mediocre como el resto de convenciones sociales en las que hasta el más relamido pomposo cae en su día a día; en este caso presuponer que aprender finlandés no es comparable a aprender inglés.

El subtitulado sería en este punto el amigo al que recurriríamos para continuar defendiendo la postura: nadie podrá detenernos una vez los útiles rótulos bajo la imagen nos vayan soplando lo que dicen los personajes. Pero sabemos que eso no es verdad. Sabemos que para disfrutar en toda su magnitud de una interpretación necesitamos saber qué están diciendo, cómo lo están diciendo, qué sentimientos se están imprimiendo en cada palabra y exactamente dónde se están haciendo las pausas dramáticas. Si nos vamos al ejemplo extremo del cine oriental, nadie podría –y si puede, mejor guarden sus detectores de cinismo antes de que exploten– decir que los subtítulos sirven para algo más que saber qué palabras están saliendo de la boca de los personajes. El galimatías que escuchamos viene a ser algo así como “Bla, bla, bla, BLA, bla… bla, bla”. El subtítulo nos avisa de que el alegre japonés en pantalla ha dicho “me gustaría que nos hubiéramos conocido antes”. Pero no sabemos a qué parte de esa frase corresponde ese BLA más enfático, ni exactamente dónde está situada esa levísima pausa. De este modo se pierden todos los matices de la interpretación, experimentando la obra un enmudecimiento no necesariamente más recomendable al que implica la práctica del doblaje.

¿Qué conviene más entonces, ver una película oriental en versión original o doblada? La versión original en este caso nos resulta opaca, queramos admitirlo o no. Nos es imposible dilucidar si estamos ante buenas interpretaciones, la empatía es inexistente dado que no comprendemos la musicalidad de un idioma tan alejado al nuestro, y la percepción global de la película es un espejismo que seguramente negarás si odias el doblaje, pero eso no lo hará menos irreal. En el otro lado de la balanza, la versión doblada adolecerá de una credibilidad mínima, puesto que el choque entre dos disciplinas interpretativas tan opuestas como la oriental y la occidental harán que el doblaje, por excelente que sea el trabajo de los actores de voz (y en este caso específico del cine oriental pocas veces lo es), no funcione y carezca de simbiosis. Resultará ridículo y fuera de lugar, pese a que tiene a su favor el hecho de que podemos empatizar y comprender las connotaciones dramáticas y emotivas que subyacen tras cada palabra en el momento exacto. ¿Cuál es la respuesta correcta? ¿Versión original subtitulada o versión doblada? La respuesta “versión original, por supuesto, a fin de cuentas son sus voces” sería simplista y mucho más estúpida de lo que uno tendería a pensar en un principio –ya se sabe, una defensa de la versión original es por convenio un signo de inteligencia–. La respuesta es ninguna. Ninguna a no ser que tengas ganas de ver Old Boy y sepas coreano, claro.

Voy a poner un ejemplo muy ilustrativo de este problema. Hace un tiempo vi un anime de dos episodios en el que a una chica de instituto la enredaba su hermana mayor para meterse a trabajar como actriz de voz de hentai. Por supuesto, gran parte de la gracia estaba en ver a esta pobre chica de aspecto tan angelical luchar para pronunciar de manera convincente frente al micro las cosas más retorcidas; no tengo que explicar cómo funciona la estrategia cómica de anteponer el aspecto de un personaje a una forma de hablar opuesta a este aspecto, ¿verdad? Como era de esperar, para mí, un humilde y carismático espectador español que no sabe nada de japonés, el impacto de momentos en el que los compañeros la obligaban a gritar “POLLAAAAAA” una y otra vez y cosas así desaparecía por completo. Por mucho que el subtítulo me indicase lo que ella estaba diciendo, aquello tenía exactamente la gracia que tiene que te cuenten Aterriza como puedas, es decir, infinitamente menos que la que tiene ver Aterriza como puedas. No es lo mismo pensar “esto es gracioso” que reaccionar a algo gracioso.

Creo que mi postura es clara. No se debería defender la versión original sobre la doblada partiendo del supuesto de que se conoce el idioma de la versión original, dado que esto lleva a razonamientos válidos sólo en ciertas situaciones o directamente falaces. La cruda realidad es que incluso la versión original muestra ciertas debilidades, aunque todas ellas derivan de, oh, cruel destino, nuestra innata imperfección humana. Pero a fin de cuentas, ¿cuál es la razón de ser de la obra que carece de público? ¿Suena un árbol cuando cae pero no hay cerca nadie para oírlo? ¿Por qué hay quien se alegra de que John Williams haya firmado para las nuevas Guerras de las Galaxias por encima de Michael Giacchino, cuando es un hecho que Williams está creativamente agotado y que la calidad debería prevalecer sobre la tradición? Hala, qué bien lo he hilado, digno de un encadenado de noticias de Antena 3.

Hay un segundo punto sobre el que quería hablar hoy, y esto es los pronósticos acerca del futuro del doblaje. O mejor dicho, los infaustos pronósticos sobre el futuro del doblaje. No estoy hablando de salarios ni convenios, para eso los propios actores ya publican con conocimiento de causa sus propios puntos de vista en Adoma y otros sitios. Yo hablo más bien de calidad, y aparte de todo cuanto se ha dicho ya acerca de las cada vez más penosas condiciones en las que los actores deben hacer su trabajo –ya lo hacen completamente a ciegas– hay un aspecto más bien inquietante del que quiero hablar: el relevo generacional. O más bien, el virtualmente inexistente relevo generacional. Varios aspectos confluyen aquí. El primero serían las condiciones. La pantalla completamente en negro, la inaccesibilidad al guion más allá de las frases descontextualizadas del personaje en cuestión, el trabajar cada uno por separado incluso en lo que en pantalla serán conversaciones; esto son miserias a las que hasta los actores más veteranos han de sucumbir, pero más grave será para los actores en plena formación que jamás alcanzarán el nivel de sus maestros al arrebatárseles los medios ideales para evolucionar y crecer interpretativamente. No, no se les arrebatan, aún peor, no llegan a tener jamás acceso a ellos. No se acostumbran a mirar a los actores a los ojos porque no hay ojos a los que mirar, no aprenden la disciplina de una modalidad interpretativa que debería diferir de la mera locución porque no tienen referencia alguna del material original, y desde luego no pueden aprender observando a los maestros, dándoles la réplica y escuchando sus consejos in situ… porque jamás doblan juntos en la sala.

En segundo lugar, los actores de doblaje que un día heredarán la Tierra están actualmente constreñidos a un rol de adolescente perpetuo que viene como consecuencia, supongo, de un cambio progresivo en la noción general de lo que es el doblaje y cómo debe sonar. Si nos ponemos a elucubrar y a buscar un evento clave en esta evolución, yo señalaría a la explosión de cine adolescente que se dio en los ochenta. Sabido es que el aumento drástico en la importación de cine estadounidense durante aquella década (y la consolidación del vídeo) literalmente superó la capacidad de los estudios de doblaje, de modo que ampliar el catálogo de actores disponible fue cuestión imperante. Muchos de estos nuevos actores fueron -como no podía ser de otra manera para adaptar al español las galeradas de películas protagonizadas por críos y adolescentes que llegaban de Estados Unidos- jóvenes talentos que empezaron a foguearse directamente con protagonistas; y que respondían a un perfil muy claro: todos sonaban rabiosamente juveniles. Sonaban tan juveniles que era imposible que se tratase de una chispa meramente interpretativa. Eran voces adolescentes. Con el tiempo, esta generación de actores surgidos a mediados de los ochenta se han convertido en la raza hegemónica de las pantallas de hoy, y muchos de ellos son los mejores del momento. Pensemos en Nuria Mediavilla (Kate Winslet, Cameron Diaz), en Sergio Zamora (Simba, Colin Farell; de mis favoritos), en Roger Pera (Tobey Maguire, Jesse Eisenberg; otro de los mejores), en Dani García (Brad Pitt, Ewan McGregor, Joey) o en los hermanos Posada (José, AKA Chandler o Matt Damon, y el omnipresente Luis, AKA Jim Carrey, Johnny Depp y todo Dios; ambos hijos de Doc Brown, Luis Posada Mendoza). Son actores a los que les ha costado mucho desprenderse del sambenito de “voz joven”, no por la calidad de su trabajo, sino por un encasillamiento impuesto. Es cierto que han logrado madurar a la par de sus homónimos de imagen, pero no con la facilidad esperable. Y si estos actores aparecidos en los ochenta ya arrastraban este estigma, los que vinieron en la década siguiente lo tuvieron aún peor. Pensemos en toda la generación de actores Pokemon (Adolfo Moreno, Javier Balas, Pilar Martín y tantos otros), voces adolescentes hasta la náusea atrapadas en papeles de quinceañero, en roles exactamente iguales a aquellos con los que hacían sus primeros pinitos veinte años atrás, como en una especie de Sensación de vivir del doblaje que deja sus terribles consecuencias en series actuales como The Big Bang Theory o Cómo conocí a vuestra madre. Estos actores han doblado a adolescentes durante demasiado tiempo, y cuando finalmente tienen la oportunidad de poner su voz al servicio de personajes más adultos, como es el caso de estas dos series, nos encontramos con que sólo saben doblar como si estuvieran poniendo voz a adolescentes. Compara, amigo lector, al Ted Moseby original y a su versión española a cargo de Ricardo Escobar. Estos actores rondarán ahora los cuarenta, pero siguen sonando e interpretando como adolescentes. Se trata de voces demasiado mayores para seguir haciendo hablar en español a los protagonistas de Zoey 101 (porque la edad no perdona) y al mismo tiempo totalmente incapaces de hacer suyos a personajes más maduros sin caer en los clichés acumulados durante quince o veinte años de “¡hey, colega!”. Los actores que en 1973 pusieron voces a los adolescentes de American Grafitti son un ejemplo de lo completamente opuesto, de la madurez progresiva frente al atril. Eran Antonio García Moral, Eduardo Muntada, Marta Angelat, Mario Gas; voces más que consolidadas diez años después y excelentes actores ya idóneos para papeles adultos. Los actores que vinieron después, en los ochenta, lo tuvieron más difícil, y los que vinieron después lo tuvieron (y tienen) aún peor.

Así pues, ¿dónde está el relevo generacional? Los actores de doblaje han dejado de madurar naturalmente, y se pasan demasiado estancados en una edad media para después pasar de golpe a otra que les viene grande. Y lo cierto es que el doblaje necesita una cantera de voces que se encarguen de ancianos como el comer, porque los grandes mitos de la voz española están desapareciendo poco a poco. Necesita actores que envejezcan en pantalla con sus personajes, y que cuando los maestros se hayan ido, ellos ocupen su lugar. Pero eso no parece ir a ocurrir; y el plantel de actores veteranos se está quedando peligrosamente seco tras las muertes de muchos de esos actores de siempre. Las ausencias de Ernesto Aura (Schwarzenegger), de Constantino o de Elsa Fábregas (Vivien Leigh), así como las de otros que aún no nos han dejado pero que se han retirado merecidamente –Pepe Mediavilla es el ejemplo más notorio, pese a que aún vuelve para doblar a Freeman y a McKellen– se están haciendo notar ya. El pobre Camilo García, antaño “la voz de Anthony Hopkins”, se ha convertido en la voz de tantos mayores que soy incapaz de contabilizarlos. En Barcelona, la otra mitad del pastel se la queda Joaquín Díaz, inmortal voz de Jack Lemmon y actualmente un comodín en toda regla para la tercera edad. Es terrible decir esto sobre unas figuras de la interpretación que prácticamente están por encima del bien y del mal, pero ¿qué otra cosa se puede decir? Escucharles termina por no despertar sentimiento alguno en nosotros. En Madrid, Luis Mas fue un día la genial contrapartida española de John Locke, pero actualmente se ha convertido en La Voz Para Viejos oficial, desde el Ed O’Neill de Modern Family hasta CUALQUIER persona de más de cincuenta y cinco años, y muy lejos queda esa vibrante sensación al escucharle, por el simple hecho de que está literalmente en todo.

Ilustremos lo desesperado de la situación con la última película del viejo Arnold, El último desafío. La opción principal y más lógica para el Gobernador habría sido el gran Ernesto Aura, quien le dobló en la práctica totalidad de su carrera; pero nos dejó hace ya unos cuantos años; de ahí la forzosa entrada de Constantino en Los mercenarios, quien contrariamente a lo que tendemos a pensar, jamás le dobló fuera de la saga de Terminator hasta ese momento. Pero con Constantino igualmente fallecido –en ese momento simplemente jubilado–, fue necesario sacar de su retiro al genial Héctor Cantolla, su voz en Commando, Depredador y otro buen puñado de clásicos de videoclub, para que Arnold pudiera volver por la puerta grande no sólo en imagen, sino también en voz. Y vive Ford que lo hizo; Cantolla estuvo soberbio tras muchos, muchos años sin dar voz a Arnold. Ahora bien, ¿qué pasará cuando Cantolla, un viejo dinosaurio con sus buenas batallas libradas a lo largo de cuatro décadas, decida que no da más de sí? ¿O cuando muera? Apuesto aquí públicamente mi mano de dibujar a que un problema de tan desproporcionadas dimensiones se resolverá llamando a Camilo García. A fin de cuentas, ¿qué opciones hay? El papel de Arnold es uno para el cual ya no hay aspirantes, y lo mismo pasará con mil estrellas tipo Tommy Lee Jones, Clint Eastwood o DeNiro suponiendo que sobrevivan a sus respectivas voces. ¿Dónde están los actores que deberán ocupar el lugar de Solans, de Rosa Guiñón, de Pepe Mediavilla, de Marta Martorell, de Claudio Rodríguez llegado el momento? Yo puedo responder a eso: doblando a actores más jóvenes. Y no me refiero sólo al caso extremo de los actores de la generación Pokemon. Actores brillantes como Pep Antón Muñoz y Alberto Mieza ya han alcanzado una edad y un registro que les hace idóneos para dar voz a personajes mayores, y con el tiempo a ancianos, pero nadie parece decidirse a dar ese paso y ponerles a doblar con cierta regularidad papeles como éstos, quedando siempre atados a roles como los que les pusieron en el merecido lugar donde están hoy. A Muñoz le pesa la sombra de Hugh Grant, y Mieza fue Ross, el puto Ross, y en la prejuiciosa mente de todos sigue siéndolo.

En resumidas cuentas, hay motivos para observar con pesimismo el futuro del doblaje español. Tenemos aún grandes actores, sin duda. A los ya mencionados hay que sumar a gente imprescindible a la que aún le queda un largo recorrido como Alba Sola, Gabriel “Hugh Jackman” Jiménez, Salvador “Banderas” Aldeguer, Graciela Molina, Claudio “The Batman” Serrano, Iván Muelas, Nuria Trifol y muchos otros que a día de hoy se cuentan entre mis favoritos, pero ¿qué importará eso cuando cualquiera de estos actores se convierta en un pequeño islote de calidad en un doblaje por lo general lamentable? Es algo que ya está ocurriendo, desde hace unos diez años es habitual encontrar doblajes que se hunden por la poca credibilidad que aportan las voces incidentales, que contrastan con la solvencia de los actores principales –un ejemplo muy obvio es el de La red social–. Esos secundarios y extras en los que parece que no se ha cuidado la elección de la voz se cargan el Engaño Perfecto, un engaño donde un papel no importa menos por tener menos frases. La sensación de dejadez es difícil de ignorar, y supongo que la cosa irá a más y a más hasta que sea verdaderamente insoportable ver una película doblada al español.

Un par de reflexiones rápidas para terminar:

1) Criticar el doblaje por sus supuestos orígenes franquistas es tan inútil como defenderlo por sus orígenes prefranquistas, sea cual sea la verdad. Dado que hoy ya no se usa con fines censores la discusión es irrelevante. Como si no hubiese bastantes argumentos vigentes tanto en un bando como en otro como para ir tirando de motivos antediluvianos como ése.

2) La presencia cada vez mayor de voces extranjeras doblando a personajes extranjeros está llevando a la ruina a esta industria. Se trata de un esfuerzo vacuo por dotar de verismo a algo que por naturaleza no lo es, por no hablar de que de nada sirve un acento real si no viene acompañada de la experiencia del actor de doblaje, tanto en la disciplina como en ese asunto de hablar español.

3) Mientras que en la versión original de Cómo conocí a vuestra madre, la voz en off del Ted narrador es de Bob Saget, lógicamente mucho mayor que Josh Radnor, en la versión doblada tenemos al altamente adolescente Ricardo Escobar doblando a Mosby en ambas edades. Tan lógico, tan lógico que cuando en el último episodio la cámara gire hacia la cara de Bob Saget y diga “y así es como conocí a vuestra madre”, estaré allí para ver lo ridículo que llega a ser.

17 comentarios en “Ese engaño que funciona

  1. como casi siempre, muy acertado lo que dices. y tambien preocupante. no voy a repetir lo que tu ya has expuesto tan bien, pero si quiero hacer hincapie en lo de los extranjeros doblando extranjeros. no lo soporto. queda como el culo y su razon de ser se me escapa. en el atlas de las nubes, por ejemplo, joden a un personaje principal por esta memez.

  2. Como siempre, coincido con tus reflexiones. Iba a decir que no quito ni añado una coma, pero hay una pequeña errata: «Acorralado» es de Stallone, no de Arnold.
    Por lo demás, enhorabuena, un saludo.

  3. Hola,

    Solo queria preguntar tu opinion sobre los subtitulos. Por que no se usan mas en Espa#a, y por que no parecen ser una alternativa viable al doblaje. A mi me molesta mucho el doblaje, me arruina la experiencia de ver la pelicula, quizas porque me hace falta oir la voz original del actor. Aparte de eso, a las personas de latinoamerica nos resulta un poco.. raro/gracioso/pesado oir doblaje de Espa#a, lo que creo les ocurre igual a los espa#oles cuando ven una pelicula doblada por un mexicano, por ejemplo.

    1. Aunque youtube y sus comentarios nos hagan creer lo contrario, ¡latinos y españoles podemos ser amigos en este tema!

      Mi opinión sobre los subtítulos se vislumbra en el texto, creo. Son un magnífico apoyo cuando conoces el idioma y entiendes al menos la mitad de lo que se dice, pero no sirven de nada cuando debes apoyarte al 100% en ellos. Es lo que he dicho arriba, si no conoces un idioma (nada de él, ni siquiera la musicalidad), un subtítulo no te puede indicar qué sentir y cómo reaccionar a lo que se dice. Es una especie de sustituto telegráfico sin alma. Es decir, no me parece una buena idea optar por la versión original si no entiendes nada del idioma. Si realmente uno quiere disfrutar de la obra sin doblar (porque tienes razón, las voces y la interpretación vocal de los actores son clave para apreciar la película en su totalidad) es muy conveniente familiarizarse con el idioma primero.

      ¿Por qué no está más extendida la versión subtitulada en los cines españoles? Pues bueno, supongo que es el clásico círculo vicioso de la oferta/demanda. El público no pide, así que los cines no ofrecen, y si los cines no ofrecen el público no se acostumbra y no se le ocurre pedir. Mala cosa.

      De todos modos, y sobre el tema doblaje latino/español, nosotros somos más tolerantes a vuestros doblajes por que durante muchas décadas (hasta los noventa) el cine animado nos ha llegado en latino. No os voy a culpar por que os suene raro un doblaje que vosotros jamás habéis escuchado regularmente, es normal.

      ¡Un saludo, amiga!

  4. Vengo del otro lado del charco atlántico para decir cinco palabras: TIENES TODA LA MALDITA RAZÓN.

    El doblaje no hace algo mejor o peor, sino entendible, y en muchas ocasiones, uno no puede esperar que el resto del mundo hable inglés. Además, en todo el mundo (excepto EEUU que es un planeta aparte), es un trabajo infravalorado y mal pagado, por lo que merecen que se les aprecie más.

    Aplaudo abiertamente esta defensa del doblaje :).

    1. ¡Muchas gracias! Realmente creo que es un error despreciar la calidad artística de esta profesión sólo por estar a favor de la versión original. No creo que haga falta estar a favor de algo para poder apreciar su calidad artística, ¿no?

  5. Me alegro de que alguien piense en este traspaso de generaciones que se está dando en el doblaje. Y es que parece que todo son trabas. Soy actriz de doblaje desde hace 4 años y, qué sorpresa, doblo sobre todo a adolescentes. Cuando doblo, porque estas voces que llevan 20 años doblando adolescentes aún lo hacen, como muy bien indicas. Tengo compañeros que empezaron a la vez que yo y ya han desistido. Con suerte algunos podemos trabajar una vez al mes. Y el doblaje no es como ir en bici. Si no practicas, se olvida. Y la manera de llegar a ser un muy buen actor es practicando. Un pez que se muerde la cola. Si la cosa no empieza a abrirse para los que empezamos la calidad de los doblajes del futuro será peor, porque los nuevos no habremos recibido una formación en condiciones, no ya por las nuevas tecnologías que hacen que todos doblemos banda a parte (que también he de decir que aunque la mayoría de convocatorias son así, he podido gozar de la compañía de actores geniales en el atril), sino por una simple falta de práctica al negarnos la oportunidad de trabajar. (Seamos sinceros, practicar en tu casa con el micrófono, sin presiones y haciendo lo que te de la gana no es lo mismo que estar en una sala de doblaje con el director clavándote los ojos en la nuca).
    Además quería agradecerte que hablaras de la percepción de la musicalidad del idioma y de la compresión de las interpretaciones de los actores que hablan en una lengua que no te es nativa. Hice mi trabajo de fin de carrera sobre eso. Me alegra ver que no soy la única que lo piensa y que no estoy loca.

    1. Valiosa aportación, como cualquiera de primera mano. Y me alegro de que me confirmes que no estoy divagando sin más. Está claro por tus palabras que hay base real para todo lo que digo.

  6. Como de costumbre, me quito el sombrero ante este certero comentario sobre el doblaje. Hasta ahora no me había planteado lo mal que pinta la cosa y me parece tan triste que voy a recaer en el peor vicio de todos: leer cómics de los Xunguis.

    Se agradece que siempre razones tu postura y la defiendas con firmeza. Estoy hasta la coronilla de oír que la versión original es impepinablemente la mejor.

    Ningún buen actor debería sobrevivir a su doblador.

  7. Comparto tu opinión. De hecho, acá en México la situación es muy parecida. Ahora la mayoría del doblaje de las películas (incluso algunas que son de animación) tienen un doblaje exageradamente deficiente. No solamente porque les falta la interacción entre los actores sino porque frecuentemente utilizan «estrellas de la televisión» para los papeles principales, creyendo que con eso la gente irá a las salas de cine.

    Mas lo que ocurre en realidad es que eso termina cargándose la película por completo. No sé, si tu has tenido la posibilidad de ver alguna película antigua doblada en «español latino». Realmente aquellos señores hacían un maravilloso trabajo, en mi opinión a veces transmitían más que en la versión original.

    Por cierto, muchos actores de origen español realizaron doblaje en México en los años dorados de esta profesión.

    Otra cosa que me molesta es que actualmente tienen la manía de redoblar las películas clásicas, con el pretexto de sacarlas en Bluray. Esos malditos redoblajes se hacen con un total y absolutamente desgano echando a perder la obra cinematográfica. Yo no entiendo porqué no se incluyen ambas pistas, es decir, la original aunque sea en estéreo y la nueva.

    Por otro lado, he tenido el privilegio de escuchar mucho doblaje en «castellano» y déjame decirte que mi actor favorito es Constantino Romero, por mucho. De hecho todas las películas de Clint Eastwood las tengo en región 2, norma Pal, pues no me imagino a ese actor hablando de otra forma.

    Finalmente pienso que los subtítulos son de gran ayuda, pero muchas veces las líneas cambian demasiado rápido, por lo que es muy difícil prestarle la atención debida a la película.

    Recibe un abrazo, te reitero mi admiración Miguel Roselló.

    1. Qué placer leer cosas así. Por supuesto que he escuchado vuestros doblajes, ya le dije a otro comentarista latino que aquí en España estamos muy habituados a los doblajes latinos en los dibujos animados hasta el 91. Y lo que he podido oir posterior a esa época, sobre todo más allá del 2000, me ha parecido desastroso, a años luz de otros doblajes vuestros que me gustan no necesariamente por nostalgia, sino porque son realmente mejores.

      Creo que la mayoría de las veces, el tema de los redoblajes en los blurays se debe a o bien un tema de derechos que la distribuidora no está dispuesta a pagar o bien la excusa de no poder adaptar los audios antiguos a sonido HD 7.1.

      Y aquí también sufrimos la ruina de los famosos metidos a actores de doblaje, así que estamos en el mismo barco,

      ¡Un abrazo, amigo!

  8. Completamente de acuerdo con la entrada. Siempre me ha interesado el doblaje, pero para compararlo con la versión original (no solo si las voces son adecuadas para el personaje, sino si las frases están bien traducidas). Es un pequeña manía que tengo desde que empecé a manejar un poco el inglés. Siempre que puedo intento ver las películas y series en VO, pero claro, si es un idioma que más o menos entiendo, el anime y el cine oriental siempre dudo entre verlo en su idioma subtitulado o en español, porque sé que en ninguna de las dos opciones lo voy a disfrutar al 100%.
    No sé si es cosa de que al ver ahora más series y películas me doy cuenta o siempre ha sido así, pero últimamente me parece que no puedes encender la tele sin oír las voces de Luis Mas, Abraham Aguilar o Iván Muelas, por ejemplo (que no es por desprestigiar su trabajo, ojo, me parecen todos geniales, pero oír siempre las mismas voces le quita credibilidad y me «obliga» a poner lo que esté viendo en VO).
    Aún así, hay cosas que no creo que deban verse dobladas. Por poner un ejemplo, el otro día iba a ver The Trip en VO, pero hubo un fallo en la distribución y tuve que verla en español. En la película, el humor se basa Rob Brydon y Steven Coogan retándose a imitar distintos famosos… y en español, simplemente no funciona. No solo porque son otras voces las «imitadoras», sino que aquí no estamos acostumbrados a oir el tono original de esos actores, y por mucho que se esfuerce el doblador en imitar al actor imitando a Michael Cane (por ejemplo), es absurdo, porque no solo lo conseguirá imitar igual, sino que no estamos acostumbrados a oír a Cane con una voz nasal, y si el personaje dice que el famoso intérprete de Alfred tiene voz nasal, pues vale, tenemos que creerle.
    En la misma película aparece un personaje italiano (aunque, según me han dicho es español en VO) que dice que no adivina las imitaciones porque en su país las películas se doblan.
    En fin, espero haberme explicado bien. Un placer leer el artículo, saludos!

  9. Madre mía, menudos tochacos te marcas. Hola, me sales como alma gemela en filmaffinity y acabo de pasarme por tu blog por primera vez. Me congratula ver que comparto criterio puntuando películas con gente lista xD

    Solo quería añadir al debate la cuestión de las comedias, y es que en mi opinión hace mucha más gracia escuchar un chiste con el timing adecuado que leerlo en los subtítulos. Por poner un ejemplo, puede que lo más gracioso sea la última palabra de una frase, y cuando ves un subtítulo a veces te «spoileas» el gag antes de que se pronuncie. No se, a mí me pasa. Agradezco más el doblaje en comedias que en el resto de géneros.

    1. Qué razón tienes con lo último. Un subtítulo te revienta una sorpresa como nada. Una frase misteriosamente subtitulada a medias en un determinado contexto ya te advierte de que al que la dice le va a pasar algo antes de que termine de hablar, por ejemplo.

      Lo del timing cómico es algo muy importante, y si no conoces el idioma te hace el 25% de gracia.

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