Archivo de la categoría: The R Cabreos

Querida Netflix

Querida Netflix:

No soy un ingenuo y comprendo que como toda empresa, necesitas de la recurrencia de tus clientes para que los beneficios entren de forma estable; más aún cuando las plataformas de streaming están brotando como setas y se nos promete un futuro con una tele parecida a la de ahora, pero pagando por cada canal. Es un entorno competitivo que te lleva a tratar de no hacerme olvidar que tú estabas ahí primero, de convencerme lo más fácilmente posible de quedarme contigo. Cada vez que salgo de Netflix te quedas en vilo, porque podría no volver. Así que me instas a que vea otro capitulín de Glow antes de irme a la cama, porque preocuparse de dormir ocho horas antes de entrar a trabajar no es de hombres y porque tienes unos números que cubrir −y que mantener ocultos a toda costa por motivos que nadie entiende−. Seguir leyendo Querida Netflix

Roselló Rant: Sobre los Goya

Aquí en The R Lounge no me gusta hablar de cosas tan coyunturales como las galas de premios, ni tampoco suelo escribir entradas cortas. Hoy voy a hacer las dos cosas, porque anoche me llamaron la atención tantas cosas, mejor dicho, tantos síntomas, que tengo el deber moral de compartir mis valiosas impresiones contigo, amigo lector. La isla mínima arrasó, El niño pudo destacar en los premios técnicos, Magical Girl perdió, el presentador de la gala se llevó un premio gordo –y un Goya también, you know what I mean– y Mortadelo y Filemón vencieron a Ratatoing y su secuela. Pero más allá de todo eso, la gala de anoche de los premios Goya fue una gala en la que hay que destacar:

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Roselló Rant: En la cola del preestreno

Ayer, sábado, me levanté a las nueve menos cuarto de la mañana para ponerme en una cola frente a la Fnac y pillar una entrada para el preestreno del nuevo Godzilla. Habrá a quien esta afirmación no le parezca una proeza, a fin de cuentas a esa hora ya brilla el sol, y probablemente tengan razón; pero a mí me cuesta mucho levantarme más allá de esas horas en fin de semana –o cualquier día– y los pocos días que consigo dormir en condiciones sin levantarme anormalmente temprano son pocos, así que lamenté especialmente tener que arrastrarme de la cama y salir a un entorno hostil precisamente ayer. Si no sabes cómo funciona esto de los preestrenos de la Fnac, lo explico: de tanto en cuando la Fnac manda un pequeño y misterioso sobre negro sin remitente ni información ni logotipos –tan sólo de vez en cuando una esvástica dorada– a sus socios. Éste contiene una nota informativa sobre algún próximo preestreno exclusivo para el que se repartirá gratuitamente un número limitado de entradas en cada Fnac de España un día concreto y a una hora concreta. Tan sólo hay que hacer cola y confiar en que las entradas no se acaben antes de que te toque a ti. Luego, ya que estás allí puedes darte una vuelta por la Fnac y comprar cosas, eventualidad que sin duda es una feliz consecuencia no premeditada por la empresa.

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Si Walt levantara la cabeza

Hail Powerline, querido lector. ¿Has visto ya Frozen? ¿Sí? Estupendo, porque yo también. Y no sé tú, pero yo me hallo desconcertado. El crítico de a pie le dedica sus adjetivos más sensuales, el fan de a pie insiste por enésima vez en internet en que la nueva Edad de Oro ya está aquí y el John Lasseter de a pie sigue siendo alabado como el Salvador del legado de Walt Disney. Y yo no puedo evitar preguntarme: ¿se ha vuelto loco todo el mundo? La nueva Edad de Oro apesta sospechosamente a podrido desde el momento en el que empieza a hablarse de ella antes de que lleguen las películas que traen consigo esa nueva era y no después, John Lassetter se dedica a despedir a todo director que insista más de lo conveniente en un punto de vista artístico vagamente arriesgado y por culpa de una serie de males que tienen su raíz en esta dictatorial política convencionalizadora Frozen es, dicho claramente, una mala película.

¿Qué pasó con ese tono oscuro que nos prometían hace un año?

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Un fan solitario

Si tú, querido lector, has seguido detalladamente mis aventuras en la red desde que abriese este exquisito blog hace ya casi cuatro años –cuando los cardados, las hombreras y las mujeres que luchaban por introducirse en el computerizado mundo de los hombres estaban a la orden del día– habrás deducido que me gusta bastante Walt Disney. No siento vergüenza al decir que de las cien entradas –sí, cien exactas– que he escrito hasta ahora me quedo con mucho con las que versan de un modo u otro con las películas Disney. Me lo paso como un enano escribiéndolas, me divierto tergiversando datos sin atisbo alguno de moral, paladeo la fluidez con la que manejo la información sobre el vastísimo universo de la animación del tío Walt y hasta me río autocomplacientemente con las ocurrencias iconoclastas que me van saliendo al tiempo que tecleo. Dios, ¿puede existir un tipo más odioso? Sí, tú, por ejemplo, con tu asquerosa condescendencia y tu cara de mono.

Pero mientras que en mi casa, frente a mi ordenador y rodeado de chicas que bailan frenéticamente en sus bikinis de lunares, soy feliz disertando sobre los primeros y relativos vestigios de feminismo que pueden intuirse en Cenicienta, sobre la descompensación entre forma y fondo de La bella durmiente o sobre si Jasmine Esclava le da o no una patada en el culo a Leia Esclava (se la da), en el mundo real soy, en lo que se refiere a este tema, un ser sombrío y frustrado.

La esclavitud: un mal reprobable, pero sólo en ocasiones.

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El Propósito de Año Nuevo de Miguel Roselló

Creo no ser excesivamente temerario al señalar a Helen Fielding, Bridget Jones mediante, como la principal culpable de que tantísimas personas se dediquen a lanzar propósitos de Año Nuevo como un obsesivo mantra para empezar a ignorarlos casi antes de haber tenido tiempo de arrancar la hoja de enero del calendario y encima regodearse en ello. El anónimo Pedro (el mismo que se pasea por su casa) da un puñetazo sobre la mesa el 1 de Enero de 2034 y pone a Dios por testigo de que va a dejar de una vez los cigarrillos espaciales; pero para el 25 de Enero Pedro descubre con gran sorpresa que no sólo no ha dejado los cigarrillos espaciales, sino que su consumo de los mismos ha aumentado. Esto, que debería ser motivo de humillación y sentimiento de fracaso, es para Pedro una divertida anécdota que contar con los colegas en la próxima excursión a algún lago lunar, anécdota que sin duda uno de sus amigos coronará con un alegre “¡qué personaje!” remozado con las risas de los demás.

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Deja de proponerte dejar de comer y deja de comer, FOCA.

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El cinéfalo

Hubo un tiempo, no exactamente antes de internet, en el que vivíamos más relajados. Un tiempo en el que no sentíamos la necesidad de rendir cuentas ante nadie, salvo quizá tu grupillo de amigos, acerca de lo que nos gustaba o nos dejaba de gustar. No antes de internet, pero sí antes de las redes sociales. Permíteme señalar la diferencia: salvo que seas muy egocéntrico, tus amigos son tus amigos y tus contactos de red social son tu público. Y frente a un público todos nos volvemos actores. Antes del internet 2.0 nos divertía indagar en nuestras aficiones y aprender cosas nuevas poco a poco. El proceso que nos llevaba de profanos a fans expertos era lento, largo y orgánico; pero lo curioso es que este proceso no era una senda agónica durante la cual sufríamos ante el pensamiento de que en cualquier punto del camino alguien podría averiguar que aún no lo sabíamos TODO sobre nuestra creciente afición pongamos, las Monster High. En 2003 (un 2003 hipotético en el que las Monster High ya están en el mercado), aún está socialmente aceptado no haber nacido sabiendo algo. Ese punto de inflexión en el que tienes un primer e ignorante contacto con tu futura pasión enciclopédica por las Monster High está tolerado. Sin embargo, eso cambió primero con los foros y después con las redes sociales. Al igual que la señorita Trunchbull clama no haber sido jamás una niña, en el mundo 2.0 pretendemos borrar con vergüenza que hubo alguna vez un pasado en el que no lo sabíamos TODO acerca de las Monster High. Que Draculaura está saliendo con Clawd, el atractivo hermano mayor de Clawdeen, y que en 2012 ha cumplido 1600 años, con el consiguiente merchandising de celebración. Que las Monster se libraron de su principal enemiga del colegio, Becca, cuando a ésta la enviaron a otro intituto en el cuarto libro de la saga (en la serie de televisión no sale).  Que Cleo no fue concebida como una de las protagonistas sino que fue dejando atrás su rol negativo poco a poco con el paso de los libros.

Team Cleo. Get over it. O sea.

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Ricky Gervais, enanos y Globos de Oro (y una tienda de fideos chinos)

Hace más o menos un año, Ricky Gervais se volvió famoso. Bueno, no, miento, famoso era antes. Hace un año se volvió masivo. Desde que empezó su andadura mediática en 2001 con The Office, Ricky Gervais nos mostró un modelo de comedia peculiar y mucho más contundente y reflexivo de lo que podría parecer a simple vista, ya que cada sketch ideado por él llevaba implícita la lección de que no todo chiste sobre racismo es un chiste racista. Cómo no, quien dice racista dice misógino, de mal gusto u ofensivo en cualquier sentido. Se trata de una visión inteligentísima que hoy, más que nunca, urge que penetre en demasiadas cabezas duras obsesionadas por la corrección política, ese cáncer social totalmente carente de sentido que acorrala y demoniza las opiniones más valiosas y ensalza las más absurdas. Era dudoso que si algún día Ricky Gervais llegaba a convertirse en un auténtico fenómeno de masas de la comedia los motivos fueran éstos. La explosión de Gervais llegó el año pasado, en la ceremonia de los Globos de Oro de 2011. Su recital no fue sino otra muestra de su estudiada forma de hacer comedia (un poco más desatada y deliberadamente polémica de lo habitual), pero por supuesto y para no variar, su calado en la masa fue bastante superficial. Todo el mundo se quedó con la cara y las formas de ese tío tan polémico que cuestionó en directo la sexualidad de Tom Cruise y puso de vuelta y media a la mitad de Hollywood. Ohú, tío, no veas cómo se pasa, es un Dios. Cómo mete caña.

Y hete aquí que yo empecé a cansarme de Ricky Gervais justo entonces.

Esto es lo que pensáis que soy yo en este preciso instante.

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También son actores

Hace dos años, cuando ya había perdido toda esperanza, alguien tuvo la genial idea de editar en España La carrera del siglo en DVD. Dejé todo lo que tenía entre manos (grandes chistes de Mortadelo y Filemón me vienen a la mente) y corrí hacia la Fnac como un loco. Aquel día no, pero poco después disfruté de una de las películas que más veces he visto en mi vida, por primera vez en versión original. Fue una experiencia maravillosa; por primera vez pude deleitarme por completo del profesor Fate de Jack Lemmon, de Max, del gran Leslie y de Maggie DuBois. No es que antes el acceso a una copia en VO descargada por métodos fraudulentos no fuese viable, pero si os digo la verdad no me lo había planteado. Desde los ocho años viendo una y otra vez la película ésta doblada… Es normal, acabas por no plantearte algunas cosas obvias. Y bien, Roselló, supongo que tras ver la película DE VERDAD jamás volviste a poner esa infecta versión doblada, ¿no? Bueno, pues lo cierto es que volví a verla doblada muchas veces. Sí, la versión original fue gloriosa, pero la doblada es igualmente grande. No es una cuestión de costumbre, es una cuestión de calidad. El doblaje de La carrera del siglo cuenta con algunos de los mejores actores del momento y de la historia de la profesión, en unas interpretaciones pletóricas. ¿Por qué iba a querer dejar de disfrutar de su trabajo?

Durante los últimos cinco años he sido habitual del foro de eldoblaje.com, y desde que me registré allá por 2006 para sumarme a las condolencias por la prematura muerte de Concha García Valero (la maravillosa voz española de Courteney Cox) he madurado mucho en mi visión de la eterna discusión entre los defensores del doblaje y los de la versión original. Hablando claro: para disfrutar de una película en toda su plenitud hay que optar por la versión original sin subtitular. Sin embargo, hay algunos que tenemos otros intereses aparte de disfrutar de la película en sí, y para ello hay que sacrificar algunas cosillas. Nos gusta el doblaje. Nos gustan esos actores anónimos que desde detrás de un atril ponen su voz al servicio de las grandes estrellas. Pero hay quien no nos comprende. Los defensores de la versión original son tan respetables como el que más, pero lamentablemente muchos de ellos no se conforman con defender la versión original sin más, sino que se dedican a hundir la alternativa del doblaje y dejarla a la altura de la mierda, casi siempre con argumentos totalmente demenciales. Demenciales, pero que de tanto haberse repetido parecen verdades universales imposibles de cuestionar. Vamos a repasar estos errores. Amigos defensores de la versión original, no tengo nada en contra de vosotros. Os comprendo y estoy con vosotros (porque puedo estar en dos sitios), pero a los que escupen en el doblaje con razones como las siguientes… Bueno, a vosotros que os den.

Zí, nohotro vemo la coza doblá, poque zi no laj letra de andebajo la tenemo que leé.

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El Opinador

Pongámonos en situación. Estás navegando por la red como un zombi, buscando cualquier chorrada interesante que justifique el retrasar un día más la próxima entrada de tu célebre blog porque te sientes tan vago que te das asco a ti mismo. Entras en un foro en el que nunca escribes, pero en el que siempre sabes que encontrarás algo nuevo que leer y publicar en otro lugar sin mencionar las fuentes, quedando así como una especie de sabio hechicero al que la información le llega por inspiración divina. Y como todo el mundo anda bastante entusiasmado últimamente con la última princesada de Disney, Rapunzel (que le den por saco al título real), raro es el día en el que un forero no cuelga una crítica que ha encontrado por ahí, para compartirla con los demás usuarios. Hay a quien le gusta la película, y hay a quien no. Y hay críticas bien escritas y las hay que no. Y entonces me topo con esto, que un alegre usuario con ganas de marcha ha tenido ganas de linkear y que me da una perfecta excusa para hablar de algo que me ronda por la cabeza desde hace un tiempo:

Sí, muy bonita, pero no me refería a esto. Seguid leyendo, leches.

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