Archivo de la categoría: The R Music

Walt Disney Animation Studios: mis canciones favoritas (I)

Una vez, hará unos ocho o nueve años, volvía a mi casa hacia las seis de la mañana tras una noche de excesos en Chueca —esto es empezar un artículo por todo lo alto— cuando me crucé con un grupo de adolescentes extranjeras pasadísimas cantando a voz en grito Hakuna Matata. Puedes salir de Chueca, pero Chueca tarda en salir de ti, de modo que me uní a ellas en el momento exacto en el que Simba arrancaba con lo de it means no worries for the rest of your day, cantamos el resto de la canción juntos y me alejé haciendo el mismo fade out de la canción, con sus ah-ah-ah y todo, mientras ellas se despedían histriónicamente y una en concreto, obnubilada por este momento de absoluta complicidad entre desconocidos que ni siquiera hablaban el mismo idioma, me dedicó un YOU’RE AWESOME que aún guardo en mi corazón. Seguir leyendo Walt Disney Animation Studios: mis canciones favoritas (I)

Los Cyrus (Vol. 1)

You get the best of both worlds, chill it out, take it slow… Then you rock the show.

–Hannah Montana.

Tal y como se intuye por la letra de la canción, ella vivió rápido y de la misma forma murió. Amy Winehouse, digo. Pero esto no era más que una reflexión aislada. Hoy nuestra protagonista es Miley Cyrus. En pleno 2011 da la impresión de que su fugaz reinado toca a su fin, y aunque aún puede escandalizar mucho más con vídeos cada vez más cercanos al bondage puro y duro, su trono se ha visto más que usurpado por artistas más jóvenes que ella. Como en Eva al desnudo; aunque tras cincuenta años las cosas han cambiado bastante, y las divas decadentes del mundo del espectáculo tienen diecinueve años. Es un mundo cruel, éste del entretenimiento. Miley Cyrus lo está comprobando, y una vez su exiguo arsenal artístico se ha agotado ya sólo le queda el triste recurso de enseñar cacho en sus vídeos y mostrarse al mundo como una buscona de tercera de cuerpo recauchutado (su cara ya comenzado el proceso de erosión plástica). De la fructífera hornada del 92 ella fue la primera en ser tocada por el dedo mágico del imperio Disney, pero también la primera en oscurecerse. El mercado latino (perdón, sudaca) norteamericano es cada vez más importante, y ahí está como prueba el éxito de las dos estrellas de Disney Channel inmediatamente posteriores a Miley: la drogata Demi Lovato y mi futura esposa, Selena Gómez. Con los Jonas Brothers prácticamente fuera de combate, el resto del pastel se lo reparten el ultracarismático Justin Bieber (heredero de Kurt Cobain, recordemos) y la recién llegada del pecho de su madre Rebecca Black. A Miley sólo le queda observar desde un rincón, con un vaso de brandy en la mano y un torcido gesto de desprecio en su cara prematuramente arrugada y sobremaquillada. En su mirada se pueden ver los recuerdos. La añoranza por tiempos mejores, y una reflexión sobre los vaivenes de la vida. Y pensar que todo podría haber sido completamente diferente por un leve giro del destino.

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We can dance (Everybody look at yer hands)

Prueba de ingenio: ¿Qué tienen en común estos vídeos?

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Halloween en The R Lounge

I was working in the lab late one night, when my eyes beheld an eerie sight for my monster from his slab began to rise and suddenly to my surprise…

…He did the mash. The Monster Mash, para más señas. Sí, señor, esta noche es esa noche que tantos buenos ratos ha hecho pasar a los críos y no tan críos de Estados Unidos. Ésa que llena de colores y festivos esqueletos de papel maché las calles de México. Ésa que en España da pie a escenas de vergüenza ajena protagonizadas por pequeños gamberros empeñados en importar los aspectos más vandálicos de tan festiva tradición y por mayores que, empecinados en que las únicas fiestas respetables son aquellas en las que hay señores empalados que sangran y efigies de mujeres que lloran y en las que nosotros tenemos que estar muy serios y apesadumbrados, no siguen el juego ni a la de tres. A mí me gusta Halloween, cosa inaudita teniendo en cuenta que gran parte de la gracia de este 31 de octubre está en que vecinos a los que no conoces ni tienes intención de conocer abordan tu casa al grito de “dadnos caramelos” con una confianza casi insultante. Claro que viviendo en el país que vivo, la llegada del 31 de octubre me provoca una malsana inquietud, dada la certeza de que un año más tendré que asistir a ese quiero y no puedo, ese sucedáneo de Halloween que he descrito más arriba, mal inevitable si queremos que algún día España celebre la noche de las brujas tal y como se hace al otro lado del charco. Y si resulta que no quiero asistir, los espíritus de la noche darán buena cuenta de mi puerta con sus huevos podridos. Espinoso dilema.

Screw the pumpkin.

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La Pantera Rosa, a través de sus créditos

Tengo una debilidad especial por Blake Edwards. Siempre le he visto como un genio infravalorado por el mero hecho de que mientras que otros igualmente geniales como Hitchcock o Wilder experimentaban con los elementos mejor considerados de lo que llamaríamos cine de primera clase, él se especializó en los resortes de algo tan sencillo y puro como la comedia física. Y con la comedia física Edwards hacía arte. Como no he visto Operación Pacífico, no tengo más remedio que situar las primeras muestras de su amor por el slapstick en Desayuno con diamantes, donde no pudo resistirse a dejar caer unas cuantas gotas experimentales de comedia física, destacando por encima de todo la secuencia de la fiesta. Esta idea sería magnificada y perfeccionada en esa película sin argumento más allá de “un patoso en una fiesta” que Edwards rodaría en 1968: El guateque, el tratado definitivo de anatomía de la comedia. Antes de ésta Edwards rodó la entretenida ¿Qué hiciste en la guerra, Papi?, y antes de ésta, la descomunal, maravillosa y estrafalaria La carrera del siglo, con una dedicatoria inicial que es toda una declaración de intenciones: “A Laurel y Hardy”. El fracaso de La carrera del siglo contrastó fuertemente con el éxito de su anterior película, una comedia ambientada en esos entornos llenos de clase que a Edwards le gustaba dinamitar a la vez que se rendía ante ellos, en el que un patoso agente de policía francés perseguía al ladrón de un valioso diamante. Clouseau se llamaba el inspector que con sus payasadas de dibujo animado se introducía en un mundo real en el que en absoluto encajaba, y La pantera rosa era el nombre de la película. Para levantar este proyecto, Edwards contó por primera vez con Peter Sellers, que venía de interpretar al doctor Strangelove, y con Henry Mancini, que ya le había dado más de una alegría con la gloriosa partitura de Desayuno con diamantes.

Podía hacer reír a todos... salvo a sí mismo.

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