Prueba de ingenio: ¿Qué tienen en común estos vídeos?
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Seth McFarlane, acuéstate un rato
Actualmente, sentarse a ver un nuevo episodio de Padre de familia requiere una buena cantidad de paciencia y autoconvicción. La serie de Seth McFarlane, ese señor que cree tener una voz de registros ilimitados pero sólo tiene tres, lleva ya una andadura de ocho años y pico (no diez, recordemos la cancelación que duró dos años) y ya está pidiendo a gritos la inyección letal. Si me preguntáis, diría que el mejor momento de Padre de familia estuvo en la tercera temporada, cuando ya se habían limado las asperezas de las dos primeras y todo empezaba a funcionar como la seda. La repentina cancelación tras este tercer año nos impidió disfrutar de lo que sin duda aún podía ser una mejora progresiva, y cuando volvió, la serie era distinta. Reconozcámoslo, si cualquiera de nosotros muriese y resucitase se volvería de un arrogante subido y no habría quien le aguantara. Pues algo así le pasó a Padre de familia, una serie que volvió de entre los muertos convencida de su poder ilimitado para tener a la gente a sus pies hasta en los peores momentos. Y los peores chistes. El cuarto año fue muy bueno, un regreso fresco y lleno de fuerzas renovadas, pero también marcó el inicio de la cuesta abajo, primero sutil y luego desbocada. Y así llegamos al ahora, cuando, repito, sentarse a ver un nuevo episodio de Padre de familia conlleva haber sopesado previamente y largo y tendido la amplia posibilidad de que durante los siguientes veinte minutos de nuestra vida presenciaremos y tendremos que aguantar un burdo panfleto liberal, o bien un aburrimiento con ínfulas dramáticas, o bien un festival de mierda y vómitos.

Giggity, giggity, giggity; toma, toma, toma
Hablar de Padre de familia no es sólo acordarse de los flashbacks, las (a veces divertidas, a veces lamentables) referencias metidas con calzador, la absoluta falta de respeto ante la coherencia interna de la propia serie o las salidas de tono de Quagmire. O del maldito, cansino, trillado «zas, en toda la boca». Al menos para la gente que habla nuestro idioma. Si lo hacemos con justicia, hablar de Padre de familia significa obligatoriamente hablar de su doblaje. Un doblaje maravilloso que actualmente se alza como el mejor dentro del mundillo de las series de televisión, no sólo siendo una perfecta alternativa a su versión original, sino incluso superándola en algún caso. Tras este glorioso trabajo se encuentra Eduardo Gutiérrez, uno de los directores de doblaje más admirables, si no el que más, del panorama actual de tan denostada profesión (imposición franquista, irrespetuosa con la serie, bla, bla, bla). Para entender lo que digo, basta con conocer la trayectoria del susodicho y las molestias que se ha tomado en cada uno de sus trabajos para que los espectadores aficionados al doblaje no nos sintamos defraudados y nos encontremos siempre con unas cuantas agradables sorpresas.