Pongámonos en situación. Estás navegando por la red como un zombi, buscando cualquier chorrada interesante que justifique el retrasar un día más la próxima entrada de tu célebre blog porque te sientes tan vago que te das asco a ti mismo. Entras en un foro en el que nunca escribes, pero en el que siempre sabes que encontrarás algo nuevo que leer y publicar en otro lugar sin mencionar las fuentes, quedando así como una especie de sabio hechicero al que la información le llega por inspiración divina. Y como todo el mundo anda bastante entusiasmado últimamente con la última princesada de Disney, Rapunzel (que le den por saco al título real), raro es el día en el que un forero no cuelga una crítica que ha encontrado por ahí, para compartirla con los demás usuarios. Hay a quien le gusta la película, y hay a quien no. Y hay críticas bien escritas y las hay que no. Y entonces me topo con esto, que un alegre usuario con ganas de marcha ha tenido ganas de linkear y que me da una perfecta excusa para hablar de algo que me ronda por la cabeza desde hace un tiempo:
