Aniquilación absoluta

Veo estas imágenes en la televisión y algo se encoge en mi viejo corazón. Hacía mucho, mucho tiempo que no las veía. De hecho casi las había olvidado. No es para menos. La memoria empieza a fallarme, sin contar con que poco a poco fui comprendiendo que lo mejor para no sufrir era olvidar todo lo que perdí tras la explosión nuclear. Aquella sociedad es cosa del pasado, pero la humanidad intenta reconstruir los pedazos de una sociedad desaparecida, desintegrada, olvidada, desconocida, a través de descubrimientos como éste. La ciencia está desconcertada ante el descubrimiento de las imágenes misteriosas. Durante meses, serán sometidas a estudios exhaustivos, millones de dólares del dinero que debería destinarse a conseguir algún tipo de comida para esta Nueva Humanidad aún en pañales serán malgastados en encontrar unas respuestas que, de llegar, probablemente serían erróneas. Puede que quien lea estas palabras me tache de arrogante, cuestionándose la seguridad con la que hablo. ¿Cómo voy a saber yo, un decrépito anciano desnutrido que languidece en uno de los Cubículos Colectivos de Precisión para Humanos de Clase W (lo que antes se conocía como la tercera edad) si las respuestas que los científicos encuentren sobre el origen de las misteriosas imágenes son correctas o no? Es más, ¿cómo me atrevo a insinuar conocer las respuestas? Pues bien, se da la circunstancia de que soy uno de los uno de los pocos supervivientes de la catástrofe nuclear. Y no sólo eso, sino que deben ustedes saber que uno de los responsables de esas imágenes… fui yo.

Estamos en 2005; tiempos convulsos para la galaxia. El estreno de Star Wars, Episodio III: Anakin mata a unos niños pero aún así Padme dice que es bueno vino precedido de una oportunista fiebre galáctica similar a la que se dio en 1999, cuando el advenimiento del Episodio I provocó que de pronto todo el mundo fuera un fan a muerte de La guerra de las galaxias y que desde entonces y ya para siempre la saga pasara a llamarse Star Wars, porque ya sabemos que en inglés todo mola más. La película nos dejó a todos entusiasmados y con ganas de más. Sobre todo con ganas de más. Por desgracia, sabíamos que a partir de entonces el concepto de “más” de George Lucas se convertiría exclusivamente en “lo mismo pero otra vez, con mugidos extra de Darth Vader”, así que no podíamos confiar en el gordo californiano para aplacar nuestra sed de aventuras espaciales. O al menos así lo veíamos los tres intrépidos aventureros que nos embarcamos en aquella inolvidable odisea para ver el Episodio III en mayo de 2005. Era hora de poner manos a la obra y seguir la historia donde Lucas la dejó. Sólo teníamos que esperar unos meses, cuando las clases hubieran acabado y fuese verano. Fue ese verano de 2005 cuando nos embarcamos en la aventura del rodaje de nuestras vidas, un rodaje que dio como resultado una obra magna de traición, venganzas y palizas a la Play 2 llamada Aniquilación absoluta.

Como acostumbro en los relatos autobiográficos, listemos a los protagonistas de la aventura:

Miguel Roselló: Bloguero dicharachero, fan galáctico, bomba de carisma, ex niño gordo.

Fernando: Escrutador de los cielos en busca de ovnis, fan galáctico incorporado tras la fiebre del 99, ex niño hiperactivo.

Hempfreud: Nerd entrañable, amigo honrado, fan galáctico, actual guitarrista alternativo.

…que recibieron la inestimable ayuda de:

Ale y Darío: Los Increíbles Mellizos de Dos Metros Cada Uno.

Papi: El Gran Hombre, estratega político, experto en entradas impactantes, manipulador especializado y maestro del disfraz.

Aniquilación absoluta nació a partir de una serie de ideas dispersas en nuestras cabezas contaminadas por La guerra de las galaxias, para aportar estimulantes novedades al universo de la saga, sobre todo en cuestión de planetas inexplorados y vestuario. Pero sobre todo estaba el hecho de que Fernando había aprendido unos cuantos trucos básicos del After Effects, entre ellos el codiciado secreto de la creación digital de sables láser. Así que un día nos reunimos en una sesión urgente de brainstorming para aprovechar este nuevo poder con el que contábamos. La idea era dar con alguna historia mínima que nos permitiera introducir alucinantes coreografías de lucha con flipantes espadas de luz. No recuerdo bien aquella reunión, pero Fernando me dice que está grabada y que al final del vídeo salimos comiendo helado Hacendado; pero como no somos Tarantino ni creemos que cualquier broma chorra privada que se grabe tras las cámaras tenga necesariamente que interesarle a todo el mundo, no ha salido a la luz pública. Ocurriera lo que ocurriera en la reunión, lo que sí sé es que salimos con una idea magistral en la que confluía la cotidianeidad de nuestro día a día de aquel entonces con las heroicas proezas de los guerreros jedi de más allá de Omir-cron Persei 8: una trágica historia en la que una humillante paliza al Pro a Fernando en su propia casa (ésta es la parte cotidiana) desembocaba en un puñado de enfrentamientos a base de sablazo láser (ésta es la parte fantástica). El rodaje, llevado acabo durante el verano de 2005, dio como resultado algo, digamos indescriptible, que ha permanecido totalmente desaparecido…

…hasta hoy.

 

Es posible que ahora mismo estéis en algún lugar intermedio entre maravillados y desconcertados. Maravillados por la riqueza de conceptos desplegada por un producto audiovisual de una lejana época en la que el balbuceante lenguaje cinematográfico apenas había empezado a dar sus primeros pasos. Desconcertados porque no se entiende una puta mierda. Os doy un resumen aproximado de lo que acabáis de ver: tras ser escandalosamente derrotado al Pro por sus supuestos amigos Hempfreud y Darío, Fernando busca venganza. Pero antes de acometerla va a ver a su maestro oscuro, Lord Roselló, para que le aconseje. Éste le dice que adelante, que mate sin miedo, así que Fernando empuña su sable láser y va en busca de los que un día fueron sus amigos, totalmente corrompido por el lado oscuro de la Fuerza. La historia, o al menos la parte que se ha recuperado, termina con una persecución inconclusa; y lo que ocurre después… Bueno, lo que ocurre después alcanza unos niveles de dadaísmo considerables, pero por desgracia esas imágenes no han podido ser recuperadas. De modo que el material oficial recuperado sólo llega hasta ahí; pero tranquilos, no estamos ante un nuevo Tintín y el Arte-Alfa que haya completar con imaginación y frustrantes hipótesis. Estáis ante uno de los creadores de Aniquilación absoluta (que quizá, siguiendo los preceptos lucasianos de actualización, en una futura reedición pase a llamarse Star Wars Episodio VII: Aniquilación absoluta), que sabe exactamente qué ocurre después de que Hempfreud y Darío escapen por el misterioso túnel descendente y que os lo revelará a su debido tiempo.

El título vino de una aleatoria combinación de dos palabras, una de la columna A y otra de la columna B. En la columna A teníamos cosas como “venganza”, “desafío”, “enfrentamiento”, “alerta”, “combate”, “furia”; y en la B, “total”, “final”, “definitivo/a”, “máximo/a”, “brutal”, “salvaje” y demás adjetivos X-TREMOS. Una mano invisible sacó dos papelitos de las dos bolsas y así quedó para la posteridad, Aniquilación absoluta, combinación que a todos nos pareció inmejorable. Con la tranquilidad que nos daba saber que ya teníamos título para nuestra obra imperecedera, comenzamos a hilar las situaciones en algo parecido un guión y recolectar el material necesario para hacerlas realidad. Aunque por el resultado, me da la impresión de que el proceso fue inverso, y que tras comprobar el inventario del que disponíamos, escribimos un guión en el que aprovechar todos los trastos que teníamos, por extravagantes que fueran. Y con este material nos fuimos a rodar a parajes exóticos como la casa de Fernando y las dunas de al lado de su casa. El resultado, un pastiche de cien cosas que habíamos visto en otras películas y otras cien que encontramos en el trastero de Fernando, está a la vista. Analicemos paso a paso Aniquilación absoluta para demostrar que hay mucho más allá de su corteza.

La primera escena nos presenta a nuestro maestro de ceremonias, el magnífico Papi (recordemos, el Gran Hombre, el Líder Nato, el maestro del disfraz), al que escogimos por su orondo perfil para hacer una introducción a lo Hitchcock previa a lo que íbamos a ver. En este prólogo, en el que obligamos a Papi a fumar un puro de verdad por el bien de la credibilidad, nuestro hombre da a entender a los espectadores que estamos ante un relato cargado de crítica social que ataca sin piedad a la perjudicial influencia que las sagas de ciencia ficción basadas en el merchandising tienen en las impresionables mentes de los adolescentes. Papi recita sus líneas con la naturalidad de un prisionero en territorio iraquí al que acaban de quitarle una bolsa de la cabeza y le han obligado a leer lo que dicen unos carteles sucios; poniendo las pausas en los lugares equivocados y trabándose cada dos frases. No obstante, su actuación mejora en los momentos en los que introduce las que por aquel entonces eran sus coletillas habituales en la vida real. Exactamente, los papeles estaban escritos a medida de los actores y sus registros, de modo que el Hitchcock apócrifo no podía pasar sin soltar un burdo “qué asco, pare” tras escupir el vino de tetrabrick de su copa. Papi, al que trajimos en calidad de estrella invitada, no parecía confiar mucho en el proyecto, ni en el impredecible pájaro que le pusimos en los hombros por pura diversión. El pájaro resultó ser un actor problemático, así que tras muchas tomas intentando que se quedase quieto en un hombro de Papi sin tratar de beber de la copa de vino, lo relegamos a una percha a un lado hasta que se nos ocurriera qué hacer con él. Cuando por fin se nos ocurrió, la única toma que le dedicamos no pudo ser más afortunada; ya que el tenebroso zoom que hicimos sobre el pájaro terminó con una imprevista y amenazadora mirada a la cámara en primer plano que nos asustó a todos, superior en todos los aspectos a la de cualquier Ardilla Dramática.

De la escena de la derrota al Pro cabe destacar el aspecto residualmente cani de Fernando, que en 2005 todavía estaba terminando su fase evolutiva; y alguna que otra frase suelta. El “Dió, Dió, no veah si eh malo” que podemos oír es puro Darío, tan espontáneo e histriónico como los que nos dedicaba en la vida real todos los días. Cuando Fernando sube por las escaleras y entra en la habitación del Maestro Oscuro (¿?) aún puede escucharse de fondo algún graznido de su horrible pájaro, algo que incorporamos gustosamente al montaje oficial con un entusiasta “bah, qué más da”. Y es entonces cuando aparece en escena Lord Roselló, interpretado por este servidor con un histrionismo parejo al de Ian McDiarmid en toda la segunda mitad de La venganza de los Sith y con una cara de éxtasis que nos hace sospechar que su pupilo le ha pillado en el momento que su secretaria personal le hace su felación diaria. Por alguna razón, Fernando confía ciegamente en este supuesto Maestro que, como sabremos luego, lleva una camiseta de Darth Vader y un bañador azul de lo más discreto; así que coge su sable láser de edición limitada bastante caro y en un fuera de campo lo cambia por un palo de escoba más barato antes de salir en busca de sus enemigos.

Como era de esperar, Darío y Hempfreud se esconden en el planeta Columpios, al que viaja Fernando. Hay que añadir que el inesperado gallo que resuena en la lejanía durante el viaje de Fernando anticipa magistralmente la fatalidad del duelo de una forma digna de Sergio Leone. En el planeta Columpios descubre que sus amigos le estaban esperando, y que no son tan grandes intérpretes como sugería la escena del Pro. La actuación de Hempfreud arrastra la afectación excesiva que merma a todo actor que recibe el título de Sir, y el “parece que tiene ganas de pelea” de Darío es más chiquitesco que otra cosa. Desde este momento, las palabras pasan a un segundo plano y la acción se convierte en la protagonista. Si hubiéramos puesto tanto esfuerzo en rodar algo mínimamente digerible como en planificar y ensayar las coreografías habríamos conseguido algo por lo menos a un nivel entre los episodios I y II. Si juntamos ensayos y tomas fallidas sumaríamos unos quince palos de escoba rotos, casi todos contra alguno de nosotros. Cuando ves el making of de alguno de los episodios nuevos de la saga, ves que en los duelos de sable láser los actores se mueven a cámara lenta y no llegan a chocar los sables entre ellos, y que luego Lucas le mete un buen acelerón en postpro; pero nosotros optamos por hacer las cosas a lo bestia, atacarnos como mandriles en celo y darnos de palazos los unos a los otros si el contrincante no hacía a tiempo el movimiento de defensa. No es de extrañar que día tras día acabáramos las sesiones bastante magullados. Fernando y Darío, que tenían los espíritus más kamikaze del grupo, fueron los que más leña recibieron; era el precio que había que pagar por llevarse las mejores coreografías.

De cómo Fernando recibió un estacazo de Darío en las pelotas, en un bucle continuo.

Durante este combate tenemos grandes momentos, como ése en el que Hempfreud atrae su sable mediante la Fuerza (la del brazo de quien quiera que se lo tirara desde fuera de campo), el de cuando Darío atraviesa la cámara a lo Mufasa (esto fue algo que yo insistí en meter) y el primer plano de Fernando en el que se supone que está bloqueando con su sable el avance del de Darío pero que parece que en realidad hasta apretar los dientes supone más esfuerzo. En general todos los primeros planos de Fernando son grandes, por verle empeñando en hacer ver lo enfadadísimo que está, como Chris O’Donnell en Batman. Sin embargo, lo más alucinante del combate es la sangre fría  del jardinero de al fondo, que sigue arrancando malas hierbas sin inmutarse ante la lucha a muerte que se desarrolla a unos metros. Entonces aparezco yo haciendo gala de la pérfida y sutil maldad propia de los más elegantes villanos, es decir, soltando rayos asesinos por las manos y disparando desde el tejado a todo lo que se mueve como un francotirador loco. Para mi desgracia no conté con el sabio manejo de Hempfreud del sable láser, que consigue que uno de mis disparos rebote en la hoja y me deje momentáneamente fuera de combate. En este momento, Hempfreud y Darío expresan en voz alta (y con evidente preocupación) que están ante el enemigo más poderoso que se han encontrado nunca. El enemigo más poderoso que han tenido nunca lo demuestra huyendo. Acorralado en el patio trasero de su propia casa y junto a la caseta del perro, Fernando decide que es momento de cegar de impresión a sus oponentes con la HOJA DOBLE de su sable láser. Hempfreud y Darío se lanzan una inenarrable mirada cómplice que por lo que vemos después parece ser la clave para “ahora le atacamos de cualquier manera a ver si le pillamos aunque sea un pezón con el sable láser”. El combate, acompañado por una dramática música de John Williams compuesta expresamente para la ocasión, termina con uno de los mejores momentos de todo el corto: Fernando derriba a Hempfreud y en vez de atravesarlo con el sable láser, LE DA UN EMPUJÓN CON EL PIE, como si fuera una bolsa de basura que estorba. Ante tamaña advertencia, Hempfreud no se atreve a reincorporarse al combate. Darío aguanta como puede, soltando puntuales “ARRGHS” que parecen salidos del Metal Slug, pero finalmente y tras un sucio uso de la Fuerza que lanza a Fernando despatarrado sobre la caseta del perro, él y Hempfreud salen huyendo. Aquí termina el dramático duelo, que se cuenta entre los mejores de la saga, o al menos del universo expandido; al mostrar no sólo el choque de sables, sino también el peligro añadido del traicionero Lord Rose disparando y lanzando rayos incontroladamente desde el balcón. Ciertamente, George Lucas nunca pensó en algo tan genial.

Una vez terminado el combate, volvemos al desarrollo de personajes. No sólo eso, sino que nos espera un inesperado giro de los acontecimientos. Ahora que la parte comprometida de la acción ha terminado, puedo aparecer para ayudar a mi discípulo. Por lo que se puede observar, tras ser tiroteado con mi propio bláster en el balcón no fui inmediatamente al hospital, sino que en lugar de eso preferí ir a cortarme el pelo. Así pues, un Lord Rose con la cabeza más fresquita aparece para ayudar a Fernando, que parece haber aprovechado estar tirado sobre la caseta del perro para echarse una siestecita de ocaso. Lord Rose empieza a caminar y a hablar como Gollum, pero no parece perturbar a su discípulo, que está cegado por la venganza. Hay que ir tras ellos, le digo, pero adelántate, que antes he de… ¿atarme los cordones? ¿Esconderme en posición fetal tras el matorral? Nada más lejos de la realidad. Es el momento de la epatante revelación: Lord Rose tiene OTRO DISCÍPULO, que se esconde tras un delgadísimo árbol todo el tiempo sólo para que su aparición sea un chiste. No conocemos las motivaciones de Lord Rose para semejante triquiñuela (de hecho los propios guionistas parecen bastante confundidos), pero parece deducirse que la idea es que el nuevo discípulo (más malo, más negro, más cabrón) mate al anterior, en una curiosa política de contratación y despidos. El plano en el que Ale, que interpreta a mi discípulo secreto, sale de detrás del árbol y escucha mis instrucciones necesitó más tomas que la escena de la escalera de El resplandor. Y no precisamente por el efecto especial, que al fin y al cabo era cosa de postpro, sino porque a veces Ale entraba en escena andando como un gorila, con mi consiguiente ataque de risa; o porque se me olvidaba alguna palabra de mi intervención. Tengo que añadir que los diálogos más complejos del corto son con diferencia los míos, ya que pese a que hablo en contadas ocasiones, las frases que encadeno son bastante más largas que “¡agh!” y “parece que tiene ganas de peleas, fistro”.

La huída lleva a Hempfreud y Darío, perseguidos por un incauto Fernando, al planeta Descampao, caracterizado por una vegetación parecida a la de las dunas de la Tierra. Hempfreud y Darío se escurren por lo que ojos más inexpertos verían como una inmunda escalera a una cloaca, pero que en realidad es un portal hacia el Hiperespacio. Si bien Darío se muestra bastante audaz poniendo su vida en peligro al bajar unos cuantos escalones del ruinoso agujero, también es cierto que el plano contrapicado de él descendiendo no se rodó solo. Fernando bajó aún más por el aterrador agujero para poder grabar a Darío desde abajo, y puedo aseguraros que más allá de diez escalones medio oxidados no se veía qué coño había.

Transposición gráfica comprensiva del itinerario de los aventureros, con parada en la Zona Cero para presentar condolencias.

Aquí termina Aniquilación absoluta, o al menos hasta aquí llega el material recuperado de todo lo que rodamos en aquel convulso verano de 2005. Sin embargo, la historia continuaba, tras varias peripecias indeterminadas, en el planeta Casa En Obras, donde tenía lugar el combate final. Aunque os sorprenda, el escenario que hacía las veces del planeta Casa En Obras era en realidad una casa en obras en la que nos colamos clandestinamente una noche, armados con un foco que apagábamos cada vez que pasaba un coche. Allí, en el inhóspito paisaje de cimientos y hierros desgarrados de metal, tuvo lugar el dramático desenlace, en el que había varias muertes, un trágico cara a cara entre los antiguos maestro y discípulo del mal (al maestro lo veíamos POR FIN empuñar un sable, uno de los momentos más esperados por los fans). En este punto, la trama empezaba a adquirir tintes surrealistas dignos de Terciopelo azul. No mentí cuando dije que las imágenes oficiales de todo el desenlace no han podido ser recuperadas del yacimiento (tenemos a un grupo de niños hindúes picando en las cuevas sin descanso hasta que las encuentren, tranquilos), pero un laborioso proceso de restauración y combinación de material extraído de las tomas falsas ha dado lugar a una versión aproximada de lo que pudo haber sido el final de Aniquilación absoluta.

Lo que ocurre después de la inesperada aparición de Santa Claus ya sí que no lo sabemos ninguno. Ni siquiera estoy seguro de que tuviéramos aún pensado cómo iba a acabar aquello después de que Papá Noel, magistralmente interpretado por Papi, jurase venganza por la muerte de Fernando. La recuperación del corto original por parte de Fernando (gracias a él podemos verlo hoy) nos ha entusiasmado a todos, hasta el punto de que estamos planteándonos seriamente rodar las partes que faltan. Que tengamos casi siete años más que entonces no nos preocupa demasiado, qué son unas melenas que aparecen y desaparecen con corte, o unos achaques que van y vienen según el plano. Lo importante es completar lo empezado; y puede que ocurra esta navidad, cuando nos reencontremos. Brincaremos por ahí en bañador (aunque en pleno diciembre), y nos hostiaremos y nos daremos de palazos en la cabeza, como en 2005. Y demostraremos al mundo que Super 8 no ocurre sólo en pueblos perdidos de la América profunda de finales de los setenta. Ha llegado la hora de volver a la acción. La hora de empuñar de nuevo los sables láser.

La hora de la Aniquilación Absoluta.

7 comentarios en “Aniquilación absoluta

  1. Cómo envidio a los que disfrutasteis con las precuelas… En serio, me encantaría poder contar historias como las tuyas. Por desgracia, tanto a mi como a mis amigos, el recuerdo de los episodios I, II y III sólo nos produce sarpullidos, espumarajos de rabia, accesos incontrolados de furia asesina y gritos balbuceantes donde se puede entender algo parecido a «¡Nunca pasó, nunca pasó, NUNCA PASÓOOOOOOOO!»

    1. En realidad gustarme sin reservas sólo me gusta el 3. En cualquier caso las tres son… otra cosa, el espíritu es diferente al de las tres originales. Pero para hablar de eso ya tengo otras entradas dedicadas a la Guerra de las Galaxias, esta va de un corto de mierda que rodaron unos amigos en verano.

  2. Se supone que Dario y yo ibamos a salir «volando» en nuestra retirada por encima de la puerta de Fernando. Me acabo de acordar.

  3. Más allá de la experiencia que pudo suponer para vosotros el grabar «Aniquilación absoluta», el hecho de que lo hicieseis merece la pena para nosotros, los lectores, por la entrada que te has marcado. Iba viendo los vídeos por segunda vez según leía los comentarios y me han arrancado unas cuantas risas. Muchas gracias.

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