Debes vengar mi muerte, Kimba… Estooo, Simba

Hay temas sobre los que se habla lo suficiente como para acabar asqueado de oír una y otra vez las mismas apostillas sabihondas, incluso dichas exactamente de la misma forma; pero que contradictoriamente necesitan a gritos que llegue alguien que los trate con un poco más de perspectiva, cambiando ligeramente las intenciones y el punto de vista, y añadiendo unas gotitas de reflexión.

Esta vez el asunto concierne a los defensores a ultranza del anime, quienes se frotan las manos con sádica satisfacción al ver cómo El rey león, magno ejemplo del cine Disney de animación (casi unánimemente reconocido como el mejor de la Historia, para el fastidio de éstos) sucumbe ante las denuncias de plagio ante uno de los más clásicos exponentes del parcialmente eclipsado mundo de la animación japonesa. Hablo de Kimba, el león blanco (Janguru Taitei, “el rey de la selva”, vaya), serie de 1965 basada en el manga del mismo título dibujado por Osamu Tezuka en 1950. Ya sabéis de qué hablo. Habéis leído en un millón de páginas diferentes sobre el flagrante y descarado plagio de Kimba, el león blanco perpetrado por Disney (la malvada Disney, la cursi Disney… a ver si nos ponemos ya de acuerdo) en 1994 bajo el título de El rey león. Haced memoria. Ya lo sabéis. Siempre las mismas imágenes-evidencia (Mufasa en el cielo, Simba a punto de caerse del precipicio), las mismas frases despectivas hacia Disney, las mismas faltas de ortografía. Un gran porcentaje de estas páginas están administradas, tal vez por casualidad, probablemente no; por otakus cabreados que manejan la información manipulándola a su gusto y alienando a sus impresionables lectores, que, sin tiempo ni ganas de sacar conclusiones propias, van por ahí contándole a sus amigos que El rey león es un plagio de unos dibujitos chinos, qué fuerte.

Kim-ba! The white liiiiion!

Señoría, los hechos son incontrovertibles. El rey león es una película muchísimo más polémica de lo que podría parecer a primera vista: peligrosas connotaciones racistas, sospechosos mensajes subliminales, presuntas lecturas fascistas… El público anti-Disney tiene material con el que cebarse en esta película. Lástima que la mayoría sea imaginario. Hoy nos vamos a centrar en el escabroso tema Simba-Kimba, pero haciendo hincapié en los aspectos que todo el mundo parece olvidar, quién sabe si porque odia a la compañía del ratón o por hacerse el interesante (en efecto, odiar a la compañía del ratón entra dentro de la categoría “hacerse el interesante”). Pero no adelantemos acontecimientos, vamos poco a poco.

Kimba supone un hito en el mundo de la animación japonesa, eso es un dato objetivo. Fue la primera serie animada en color producida en el país nipón, y también una de las de mayor éxito a lo largo y ancho del mundo. No está mal para una serie producida en condiciones tercermundistas y en un país extraño. Sin salirnos de Japón, la influencia de Kimba en la mayoría de animes posteriores es algo generalmente aceptado, sentando las bases de la ya clásica “animación limitada” del país nipón. ¿De qué va? Pues veamos. Kimba es un cachorro de león huérfano, blanco como la nieve (o como Nicole Kidman), que tras volver de la ciudad (sí, de la ciudad; para más información, ahí está wikipedia) lucha por conseguir que en la selva prosperen los valores de paz y hermandad que aprendió en la ciudad. Ya está faltando aquí un listillo que haga un comentario jocoso al respecto.

Realmente, la trama de Kimba y la de El rey león no tienen demasiados puntos en común. En una, el cachorro (auto-adjudicado rey, nota importante para asociarlo con Scar más que con Kimba) busca la paz en la selva; en la otra, el cachorro (Simba) debe luchar contra su pasado y contra su tío (Scar) para alcanzar el trono del rey, en una épica batalla orquestada por un Hans Zimmer desmelenado. En una hay tigres voladores y en la otra no. Digamos que a este nivel, son diametralmente opuestas. Quieras que no, un tigre volador supone una diferencia significativa. Son por lo tanto elementos concretos y no el argumento general los que acercan peligrosamente a El rey león al borde del precipicio, comenzando por los propios protagonistas, Simba y Kimba. Ambos son cachorros de león que tienen que enfrentarse solos al mundo y a la vida tras haber perdido trágicamente a su padre. Ambos demuestran un carácter noble y valiente. Ambos están llamados a ser el líder de los demás animales. ¿Me falta algo? Ah, sí, ambos tienen el mismo nombre, salvo por una letra. A este respecto, diré en defensa de Simba que su nombre parece escogido por significar “león” en swahili y no por un afán de plagio temerariamente descarado. Por el contrario, el de Kimba no significa nada, que yo sepa.

Sólo por si alguien aún no las ha visto...

Más personajes de El rey león que se parecen perturbadoramente a otros de Kimba son Scar, Rafiki y las hienas. Podemos describir a Scar, el pérfido y so british hermano de Mufasa, como un retorcido león de color oscuro con una cicatriz en un ojo que ansía el trono de la selva y conspira contra Simba. Este retrato robot serviría para hablar de forma bastante acertada de Bubu, uno de los villanos a los que Kimba se enfrenta a lo largo de su serie, aunque éste último no tiene el peso dramático del primero. También está peor dibujado, pero eso es aplicable al resto de personajes. Las hienas de El rey león cumplen un cometido muy parecido al de sus parientes de Kimba. Y Rafiki, un sabio babuino poseedor de grandes conocimientos sobre magia, se parece bastante a Dan’l, que es… un sabio babuino poseedor de grandes conocimientos sobre magia.

Dejando de lado a los personajes, podemos observar momentos álgidos en El rey león que parecen fusilados de la serie japonesa. Sí, Simba presenció como Mufasa, su padre muerto, se aparecía en las nubes del cielo para servirle de guía espiritual, pero eso ya le pasó a Kimba mucho antes. La única diferencia es que Simba no se llevó el cadáver de su padre para ponerlo en el suelo de su cueva como si fuera una alfombra, como sí hizo Kimba, quien, como comprobaremos más adelante, es un tipo más bien falto de escrúpulos. El pobre padre-alfombra, por cierto, ya posó majestuoso sobre la empinada Roca del Rey antes de que Mufasa viese la serie y quedase impresionado hasta el punto de querer hacerlo en su propia roca. Borró todas las cintas de Kimba, el león blanco que había en la selva antes de que nadie más la viese e impresionó a los demás animales de la selva con su pose. Más: Kimba, escudado por valiosas experiencias, podría haber aconsejado muy bien a Simba sobre los pasos a seguir para salir ileso cuando un león rival te ha acorralado al borde de un precipicio y está a punto de hacerte caer. Obviamente, en vez de darle consejo, se limito a observar y regodearse desde un montículo cercano (como nos explicó El rey león 3). Y finalmente, tenemos la ya legendaria secuencia de apertura de El rey león, en la que una espectacular panorámica de la selva nos muestra a todos los animales desplazándose majestuosamente por la sabana ante la altiva mirada del Rey. El primer episodio de Kimba cuenta con una secuencia prácticamente exacta, sólo cambiando “majestuosamente” por “ortopédicamente”.

Lo mismo que la otra.

Por si no fuera suficiente con esta enumeración de momentos clave, también hay un buen puñado de situaciones intrascendentes en la película que parecen sacadas de Kimba. El momento en el que la hiena de Cheech Marin cae de culo en las zarzas y pega un bote tiene su análogo en Kimba, sólo que protagonizado por el sufrido héroe. De la misma forma, la imagen de Mufasa arrastrado por los ñus tiene reminiscencias de una secuencia de Kimba bastante chusca en la que un antílope es arrastrado por una manada parecida. No falla ni en el pájaro observador (Zazú por un lado y el loro cuyo nombre no me importa por otro).

La guinda antes de dar el golpe maestro que lo derrumbe todo serían las declaraciones de ciertas personas vinculadas a uno o a otro proyecto. Billie Lou Watt, la mujer que dobló originalmente a Kimba (y a Astro Boy, ahí es nada) y que probablemente pasó los últimos días de su vida asistiendo a convenciones de tercera de las que otros pseudofamosos de mayor categoría pasaron (incluso Jeremy Bulloch), pilló más de un berrinche al respecto, asegurando que El rey león era un vil plagio de su serie. Fred Ladd, el que fue productor ejecutivo de la serie, ha interrumpido su espectáculo de marionetas callejeras para concedernos una entrevista en exclusiva: “fui a ver El rey león al cine y me pasé la proyección pellizcándome para asegurarme de que no estaba soñando”. Ver a Mufasa salir de las nubes fue el acabose. Para desgracia del bando de Disney, Matthew Broderick no resulta de mucha ayuda. En una ocasión comentó, para escarnio de Disney, que cuando le llamaron para los castings de Simba creía que había sido convocado para las pruebas de un remake de Kimba. Me temo que estas inoportunas declaraciones explican por qué Broderick ha estado tan misteriosamente ausente de las pantallas desde entonces.

En estas situaciones, la gente de Disney gusta de reaccionar siempre de la misma forma: haciéndose los locos. Pasó con Atlantis, pasó con Aladdin y El rey león no iba a ser una excepción. En cuanto surge la controversia, ellos se encogen de hombros y sueltan al público su frase, “jamás habíamos oído hablar de introduzca aquí nombre del elemento plagiado”, mientras los que están callados al fondo se dan codazos e intercambian risitas.

Arte conceptual de... no, me temo que de "Kimba" no.

Bueno. Los defensores de Kimba que me están leyendo han entrado en éxtasis. Jamás habían soñado con leer (y mucho menos con escribir) una acusación tan bien documentada y magníficamente redactada y razonada del plagio de Kimba perpetrado por El rey león. Me llevan a hombros, me levantan una estatua. Es el momento de apuñalarles por la espalda. Y es que la dura realidad, amiguitos, es que Kimba es un enorme montón de basura, un despropósito víctima tanto de las limitaciones económicas que conlleva ser la primera serie de dibujos desarrollada en un país por entonces humilde como Japón como de la incompetencia de un equipo de producción que parece no haber visto un dibujo animado en su vida. El rey león, en cambio, es prácticamente una obra maestra cuyos méritos se multiplican por dos tras descubrir semejante material de partida. Con esto no estoy negando el evidente saqueo de ideas de una a otra, simplemente lo estoy matizando, y sí, hasta justificándolo. El rey león deja a Kimba a la altura del betún. Kimba, como ya he señalado, es una serie de los años sesenta producida para un mercado tan subdesarrollado como era entonces el de la animación japonesa… Con todo lo que ello implica. Los diseños son deficientes. La animación es tan rudimentaria que entre un brazo en alto y el mismo abajo hay un único fotograma. Se reciclan animaciones hasta el hartazgo, con lo cual podemos disfrutar de Kimba saltando de forma idéntica hasta cuatro o cinco veces en el mismo episodio, lujos que no podemos permitirnos con otras series mejor realizadas. La planificación es negligente hasta el punto de que a veces cuesta saber qué rayos ocurre en pantalla. De hecho, en alguna ocasión las cosas ocurren fuera de encuadre y con cortes abruptos, sembrando la confusión en el pobre espectador. Los efectos sonoros y la música son más que primitivos y desacertados, más incluso que los de los Tom y Jerry soviéticos. Las tramas son chapuceras hasta decir basta, y esto no hay presupuesto bajo que lo justifique. ¿Hace falta más? ¿No? Pues aún me queda Kimba. El bueno de Kimba. El entrañable Kimba. El reaccionario Kimba.

Kimba es un personaje pobrísimamente concebido. Pese a presentársenos como un leoncillo normal y corriente (exceptuando su problema de pigmentación), cuando la solución lo requiere desarrolla unos insólitos poderes sobrehumanos (o sobrefelinos) que le permiten resolver todas las situaciones. O casi todas. Cuando sus superpoderes le fallan o no le sirven, como es el caso de una situación en la que hay que convencer a alguien de algo, se cabrea y opta por su segundo modo de resolver las cosas, es decir, imponiendo su punto de vista y castigando a los que aportan una opinión diferente. Al fin y al cabo él se autocoronó como rey. En nombre de la paz (y siempre a gritos), Kimba incluso ha obligado a los carnívoros a comer hierba, los cuales piensan en el suicidio mientras tratan de masticar y digerir las plantas para las que su sistema digestivo no está preparado. Todo bajo la atenta y temible mirada del Rey Kimba. Su adicción al poder sólo es comparable a su cuestionable gusto por resolverlo todo peleando. Verle tratar de vencer a zarpazos a una descomunal nube de langostas como si le fuera la vida en ello es tristemente memorable. Especialmente porque la toma se repite como doscientas veces en pocos segundos.

El rey león, en el polo totalmente opuesto, es un prodigio de la animación. Los personajes utilizan cuarenta y ocho fotogramas para cruzar la pantalla de un lado a otro, no tres; y quieras que no, eso es un factor agradable. Y no sólo es una cuestión de animación. Es más importante señalar los niveles de madurez inusitados que alcanza la película en cuanto a tratamiento de la historia y psicología de los personajes, habiendo conseguido que medio mundo sufriera y siga sufriendo con la cruda muerte de Mufasa. Los personajes son, todos, un derroche de carisma (algunos más plastas que otros); y cuenta con la mejor partitura que jamás ha salido del casi siempre agarrotado sintetizador de Hans Zimmer. Y si bien es verdad que las evidencias de plagio no pueden ser pasadas por alto, es justo decir que la influencia de la obra de William Shakespeare que han esgrimido los responsables de la película para defenderse (plan B, una vez comprobado que lo de hacerse el loco no ha funcionado como se esperaba) es igual de reconocible para el espectador más leído. Al igual que es justo decir que si El rey león es un plagio de Kimba, queda demostrado que es posible crear una obra de referencia a partir de un producto modesto. O mediocre. O malo. O como Kimba.

¡Eso es todo, amigos!

9 comentarios en “Debes vengar mi muerte, Kimba… Estooo, Simba

  1. Felicidades por esto…
    Te sigo hace muuuuuuuuuuucho por eldoblaje y siempre me pareciste un tipo interesante.
    Me quedaré mirando por aquí, no tienes desperdicio.
    Saludos y Feliz Navidad!

  2. oe lo q dices es pura mentira
    de q kimba y simba se parecen es cierto, pero de q es un plagio, no j◄d¸Äs
    El Rey Leon no es un plagio
    informate mejor

  3. De hecho, Tezuka era un friki de disney, hasta adaptó «Bambi» y «Pinocho» al cómic. Los ojos grandes de los personajes del manga no son otra cosa que influencia directa de la estética disney. Por tanto, el estilo de Tezuka viene dado por disney.

    1. Sería interesante comentar que Toy Story también parece tener bastante de plagio de A Christmas Toy (aunque mejorado como en este caso) pero como hay menos fans de Jim Henson que del anime como concepto general y meterse contra Pixar no es tan interesante como hacerlo con Disney este es un aspecto casi desconocido.

      1. Mierda, te había contestado pero se borró el comentario. Resumen: que el plagio me parece una fuente lícita de inspiración siempre que lo mueva un sentimiento de «buen material de base, vamos a sacarle todo el potencial» y que los responsables no se pongan en ridículo fingiendo no saber de su existencia cuando se han pasado su vida mediática autoproclamándose grandísimos fans de Miyazaki y Tezuka.

        Eso y que tienes razón, que cargar contra Disney interesa mientras que con Pixar todo se relativiza o se mira directamente para otro lado, pese a que es justo decir que en Pixar los plagios no son ni tan frecuentes ni tan flagrantes.

      2. Pero ¿en Disney son frecuentes y flagrantes? Más allá del autoplagio, quiero decir. Según este análisis El rey león no se parece TANTO a Kimba. Creo que el otro caso de plagio que se mencionó era Atlantis, pero no lo he estudiado. Por otro lado Pixar no tiene tanto plagio pero sí tiene bastante de ‘intentar pasar por original cosas que se hicieron bastante’ y tampoco les he oído nunca reconocer sus fuentes. Nunca les he oído decir que se inspiraran en The Christmas Toy. No he visto la película de J.Fox pero todo el mundo dice que el argumento de «Doc Hollywood» y el de «Cars» son idénticos. En «Bichos» creo que sí reconocieron la inspiración en «Los Siete Samurais» pero eso entraría más en parodia/homenaje supongo.

        Quiero decir que si es el mismo argumento pero con coches me parece bastante plagio, mientras que si pones algo épico con hormigas me parece más una sátira /parodia. Y luego eso, muchos cortos y conceptos de Pixar se inspiran en cortos clásicos de Disney u otras compañías pero eso ya no lo ocultan tanto, aunque a veces sí que exageran un poquito hablando como si hubieran descubierto la pólvora. El caso «Brave»/»Hermano oso»…no sé qué decir porque realmente me gusta mucho más la primera, pero en todo caso también contiene una escena copiada directamente de Robin Hood, aunque algo tópica ya a estas alturas.

      3. Bueno, quizá sí me haya pasado con lo de frecuentes y flagrantes, pero con Kimba hay que relativizar. Es decir, ni tanto ni tan calvo. Los fans de Tezuka que se cortan las venas ante tanta desvergüenza se están pasando tres pueblos, pero tampoco es plan de fingir que ahí no hay una inspiración más que sospechosa (del tipo «coger y sacarle todo el potencial», con lo que no veo motivo para tanto apuro por ocultarlo desde la Disney).

        Luego está Cars, que sí, es literalmente Doc Hollywood sobre ruedas (ay, Dios, acabo de hacer un chiste propio de Cars), pero se le puede conceder que la premisa de Doc Hollywood es prácticamente una trama maestra, la de tío de ciudad que se ve forzado a adaptarse al pueblo y acaba gustándole hasta más. Si eso es plagio… A estas alturas es casi como quejarse de que Mary Shelley plagiara el mito de Prometeo, o coger Rec y decir «eh, YA hay una película de muertos vivientes». Lo de Atlantis y Nadia, en cambio, es VERGONZOSO. Échale un vistazo si puedes, o al menos búscate de qué va la serie y quiénes son los personajes, te va a costar aguantarlo sin hundirte en la vergüenza ajena.

        Y lo de Brave se lo había oído a alguien y me parece una tontería; compararlas porque alguien se transforme en oso es muy superficial. Ni las intenciones son las mismas ni la trama va por sitios parecidos ni la transformación tienen la misma función. Vamos a mirarlo así: si la madre de Mérida se transformase en un lemur de cola anillada los paralelismos quedarían en cero coma cero. Es un oso por cuestiones circunstanciales, por Escocia y su fauna. Si fuera Australia a lo mejor se habría transformado en un koala.

        Lo de Bichos es un homenaje, y además yo creo que es una idea genial. No es un homenaje porque sí, es algo así como «¿qué pasaría si cogiéramos el cuento de la Cigarra y la Hormiga y lo resolviéramos… como los Siete Samuráis? Porque se han dado cuenta de que ¡encaja! No creo que en este caso sea importante que los directores se desvivan por decirlo en cada entrevista, de hecho si los adultos que ven la peli lo pillan por sí mismos mejor.

        Luego está Piratas del Caribe, pero eso es otra historia…

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